CAMAGÜEY.- Cuando se habla de aquellas cualidades que distinguen a los cubanos nos vienen a la mente la musicalidad, la alegría, la cordialidad y la solidaridad, esta última cuestionada a veces por los que nos escudriñan desde afuera o los que nos enjuician desde adentro.

Hace pocos días, un “lamentable incidente” me reafirmó que, para suerte de todos, ese es un valor que no está escaso ni perdido en nuestra sociedad actual.

Creo que eran las seis y tanto de la tarde del sábado pasado. Aunque temprano, ya era oscuro. Como de costumbre, andaba con mi niña en el asientico que está puesto en el cuadro de la bicicleta. Ya habíamos pasado aproximadamente dos cuadras de la calle Dolores Betancourt, después del Hospital Pediátrico y como quien va para el Politécnico Ferroviario, cuando de pronto, mi Gabi dio un grito de dolor; su piecito izquierdo había chocado con los rayos de la rueda delantera.

Todo ocurrió muy rápido, no había acabado de subirme a la acera y ya estaba a mi lado una señora auxiliándonos. Enseguida pidió a una vecina unas torundas para contener la sangre que salía de los deditos de Gabi y los colocó con mucho cuidado; sin perder tiempo llamó a otro vecino para que nos llevara en su carro para “La Colonia”. Del otro lado de la calle, de una casa pintada de azul, salieron una muchacha joven y otra, la cual asumo era su mamá. Ellas cogieron las bicicletas de mi esposo y la mía para guardarlas y que pudiéramos llegar más rápido al hospital.

La lesión no fue muy seria, y a la vuelta, cuando fuimos a recoger las bicis, la muchacha y su madre atentamente se interesaron por la beba como si fueran mis vecinos de toda la vida o parte de la familia.

A aquellas personas que nos socorrieron no las conocía, ni ellos a nosotros. Lamentablemente, en mi desesperación por el llanto de mi niña, ni siquiera atiné a preguntarles el nombre o a mirarles detalladamente la cara para si los encuentro mañana en la calle, poder saludarles al menos. Espero que ellos se reconozcan si leen estas líneas y encuentren en ellas nuestro agradecimiento.

Cuando conté lo sucedidos a amigos y familiares muchos coincidieron en una frase: “Así somos los cubanos, eso no pasa en otro lugar del mundo”. No quisiera ser tan absoluta, pero sí imagino que tal actitud no se encuentra en muchos lares de este planeta. No son pocos los casos que circulan en celulares, medios de prensa e Internet donde las personas mueren en las vías públicas sin que nadie salga en su ayuda.

Qué bueno que mi Cuba sigue siendo de hombres y mujeres que te dan la mano sin conocerte siquiera, que no renuncian, a pesar de las dificultades materiales, a ser buenas personas por encima de todo. Qué bueno que así de solidarios seguimos siendo los cubanos.