CAMAGÜEY.- "Todos los días en cualquier parte del mundo, una muchacha y un muchacho se enamoran y se aman..." así comienza a relatar la génesis del idilio entre Ignacio Agramonte y Amalia Simoni, el escritor Juan Ramírez Pellerano, quien tuvo la gentileza, de obsequiarme la última edición de sus "Cartas a Amalia".

Justo este primero de agosto es el aniversario 146 del matrimonio de esta pareja que inscribió en la historia patria uno de los amores más sublimes, en el que sorteó todo tipo de obstáculos, incluso los trágicos días de la gesta independentista de Cuba.

Prueba irrefutable de ese amor son las cartas escritas, primero a la novia y luego a la esposa, por quien llegara a ser el héroe epónimo de los camagüeyanos, de las que han llegado hasta nuestros días más de un centenar, -- y una sola de las remitidas por ella y escrita días antes de la muerte del esposo y que nunca llegó a sus manos -- , pues según conclusiones de los investigadores, tras infructuosa búsqueda se presupone que luego de la caída en combate de El Mayor el 11 de mayo de 1873, estas pudieran haber quedado en el campo, o tomadas por sabe quién.

De cualquier modo nos parece oportuno que un día como hoy, compartamos algunos fragmentos de tan intensas y apasionadas demostraciones de amor.

La carta a la novia, sin fecha, clasificada con el No.2 expresa:

"... No puede disminuir mi cariño hacia ti por ningún motivo. Anoche, como ahora, y como siempre, mi amor es infinito y toda mi dicha se cifra en tu felicidad: daría todo lo que yo pudiera disfrutar por un solo momento de contento para ti: saborearía los mayores dolores con placer por ahorrarte el más insignificante de los tuyos

Otra de enero de 1867 dice:

"... Amalia de mi vida, eres mi único delirio; a nadie, a nadie amo tanto como a ti. Jamás lo dudes. Me siento dan dichoso amándote y siendo el objeto de tu amor..."

Es de suponer que ella le refiere en algún momento su tristeza, pues él se encuentra terminando sus estudios de abogado en La Habana y ella permanece en la ciudad de Puerto Príncipe, por lo que él, para consolarla le escribe:

"Mi idolatrada Amalia: solo han transcurrido algunas horas desde que nos separamos; el desierto me rodea en medio de la populosa Habana, porque no estás en ella... La separación fue harto dolorosa, esta la escribo en estos momentos de la noche que acostumbraba a pasar deliciosamente a tu lado...Yo quiero alejar el dolor y la voluntad...Pienso continuamente en ti... pienso en la tarde en que te volveré a ver, gozo figurándome que ya tu mirada se fija en mí con ese encanto indecible que tiene, me parece que siento otra vez el efecto mágico de tu sonrisa celestial y espero con júbilo oír tus palabras, tu voz... "

La boda de celebra el 1ro. de agosto de 1868 en la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad, por más de dos meses después, el 10 de octubre, Carlos Manuel de Céspedes se levanta en armas por la independencia de Cuba, secundado por los camagüeyanos el 4 de noviembre en Las Clavellinas, y una semana después, en el ingenio Oriente, en Sibanicú, ya Ignacio es uno de los hombres que están en combate, para comenzar a inscribir importantes páginas más brillantes en la Guerra de los Diez Años.

Una carta deja de despedida a la amada:

"Adiós, Amalia mía; aún después de la muerte te amará tu Ignacio "

Y desde entonces y hasta 1873, entre furtivos encuentros en el rancho El Idilio, combates, cartas, les nace Ernesto en la manigua, como él mismo dijera, "hijo de la Revolución". Justamente el 26 de mayo de 1870, cuando el niño cumplía su primer año en la manigua, los españoles van en su persecución, él es avisado, logra escapar, pero después su esposa, el hijo y la otra criatura que ella lleva en su vientre son apresados por el enemigo. Fue esta la última vez que Agramante vio a su idolatrada y a su hijo.

La familia Simoni logra marchar al exilio a Nueva York, aquí todas sus propiedades, como le sucedió a casi todas las familias camagüeyanas, fueron confiscadas.

Entre las numerosas misivas que desde el campo insurrecto Ignacio le escribe a Amalia, sobre sus desvelos y esperanzas por la independencia, de Cuba, sobre sus anhelos de volver a estar unidos, como en esta del 21 de julio de 1872:

Idolatrada Amalia mía: Sin grandes esperanzas de que esta llegue a tus manos, la escribo para que sepas, si por ventura la lees, que continúo sin novedad, luchando cada día con más empeño, si cabe, por la independencia de nuestra Cuba. También cada día se robustece mi fe en el triunfo, a pesar de todas las dificultades. Ni un momento he dudado jamás que nuestra separación terminará, y volverá nuestra suprema felicidad con la completa libertad de Cuba...Por muy grande que te imagines mi alegría si recibiera ahora una carta tuya no es comparable con la que yo experimentaría, ni con el ardor con que la ansío. ¡Ah! Una hora a tu lado! ¡Una sonrisa, una mirada tuya! ¡Una caricia de nuestros chiquitos! -- ( ya había nacido Erminia) -- ¡Me parece todo un delirio! ¡Si al menos tuviera un retrato tuyo con ellos!...

De la única carta encontrada de Amalia a Ignacio:

"Ignacio mío adorado:

Después de tantos meses pasados sin que llegara a mí ninguna carta tuya, y de no tener otras noticias sino las que da en sus periódicos el enemigo, he tenido el placer imponderable de recibir tu cariñosa y querida carta fechada el 19 de noviembre que trajo Zambrana. ¡Ay, Ignacio mío, el corazón parece querer saltárseme en el pecho cuantas veces la leo: cada una de tus esperanzas, cada tormento, cada palabra, me hacen sentir, demasiado; y me admiro de encontrar fuerzas para vivir tanto tiempo lejos de la mitad de mi alma (...)

Cuídate más amor mío, cuídate, yo quiero verte aún en esta vida y mi deseo más ardiente es que nuestros inocentes hijos conozcan a su padre. Mi pobre niña jamás ha sentido tus labios tocar su semblante angelical! ¡Qué júbilo para mí, Ignacio mío, el día que vuelvas a mi lado...

Recuerda que tu amor es mi bien, y tu existencia indispensable a la mía, que quiero que vivas y espero te esfuerces en complacer a tu esposa que te adora y delira incesantemente por ti. Adiós, mi bien más querido, quiera Dios que pronto vuelva a verte tu Amalia.

Escríbeme siempre, Tuya eternamente, Amalia "