CAMAGÜEY.- Cangamba, Cuito Cuanavale, Cabinda, Luanda, son sitios de Angola que salvan las distancias geográficas y convergen en la memoria del pueblo de Cuba. Regiones de Etiopía, Namibia y Nicaragua también se asocian en el tiempo a la Mayor de las Antillas, y es que, todas ellas son testigos de los miles de cubanos que ofrendaron sus vidas en la lucha armada contra el colonialismo, de los más de 2 000 mártires que, en 1989, regresaron a su Patria durante la Operación Tributo.

No bastan edulcoradas palabras para describir una misión de guerra o a la guerra en sí. Son pocas las interioridades que podemos imaginar de un soldado atrapado bajo el persistente bombardeo por tierra y aire del enemigo, asediado por la duda sonámbula de si la letal serpiente “tres pasos” se meterá esta noche dentro de una bota, hostigado por el calor abrasador y las gélidas noches, por pensar en los hijos, padres, esposas, preocupado por la vigilancia de su unidad desde una lúgubre posta, en soledad… por el querer ser útil y vivir para contarlo.

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Los instintos básicos afloraron en cada instante de los jóvenes militares, pero el deber siempre se mantuvo en el primer orden. Quizás a algunos les lleguen como referencia escenas de los filmes Kangamba, Caravana, o de la vasta literatura generada por las épicas acciones escritas por el pueblo cubano, quien, vestido de verde, contribuyó al resguardo de la independencia de Angola y al derrumbe del apartheid en Sudáfrica.

Aun con el aliento del peligro sobre sus nucas, la confianza y la inteligencia estratégica de los internacionalistas jamás melló, las asumieron como una potente arma para contrarrestar la superioridad numérica de los rivales o, como sucedió en tierras angolanas, para hacer frente a los tanques blindados y a las modernas piezas de artillería G-5 y G-6 manejadas por los contrarios al Gobierno de Agostinho Neto.

Etiopía la revolución desconocida, del periodista Raúl Valdés Vivó, muestra las hazañas de una nación de más de 3 000 años de historia y tradiciones, que luego de derrocar al emperador Haile Selassie, instauró meses más tarde los lineamientos del socialismo etíope. Esa ideología, agredida por la vecina Somalia, quedó respaldada por los cubanos aquel 14 de abril de 1977, en la Plaza de la Revolución, cuando casi un millón de personas declararon salvaguardar la soberanía de ese hermano país.

Ni la sed ni el polvo desértico de los parajes del Ogadén nubló por un instante el espíritu de los internacionalistas, a los cuales, en ocasiones, los nativos comparaban su fiereza a la de los leones. Tanquistas, hombres de infantería, zapadores… conformaban todos la Operación Baraguá. No hubo mejor honor al Titán de Bronce, Antonio Maceo, que el de trascender en las páginas de gloria sin importar la muerte física, porque todos ellos, desde su trinchera, la vencieron.

A 28 años del retorno de los restos de nuestros jóvenes soldados caídos en las tierras africanas, Cuba entera recuerda sus epopeyas con cantos, flores, y un merecido ¡viva! evoca, a pesar de la tristeza, de las lágrimas y del doloroso silencio, a esos que no nos abandonan, que se sienten orgullos de su pasado, a quienes con su ejemplo, nos han definido como pueblo.