CAMAGÜEY.- Cuando pasa un ciclón puedes llegar a creer que no tienes derecho a nada. No hay derechos a las quejas ni a las dudas y mucho menos a las lamentaciones.

El domingo 10 de septiembre Esmeralda respiraba despacio (y una creía que no tenía derecho a respirar deprisa), había mucho escombro y demasiado cielo abierto en un pueblo, hasta unas horas atrás, cubierto de árboles y palmas. También había mucha gente reunida junto a Jorge Luis Tapia Fonseca, presidente del Consejo de Defensa Provincial, y en medio de tanto dolor había calor humano, no había orfandad y Revolución resultaba ser la palabra más hermosamente dicha; sobre todo cuando una madre, de tres niños, y “gracias” a Irma sin techo, aseguraba que “Ella (esa mayúscula madre Revolución) no la iba a dejar sola”. Entonces sabes que no hay derecho al llanto.

Solo 18 días bastaron para que Esmeralda cambiara su rostro. En poco más de dos semanas las palmas caídas son paredes y las calles están tomadas por trabajadores de la electricidad y de las telecomunicaciones.

En Aguacate hubo 40 derrumbes totales, pero nadie te habla de eso, te enrumban hasta las “casas inauguradas” para que “usted vea lo que hemos hecho en tan poco tiempo”, y lo dicen así, sin nombres y sin darle tiempo al cuerpo para el descanso.

Allí llegan todos los días hombres de la CPA Celia Sánchez Manduley, en Carlos Manuel de Céspedes, de las Agropecuarias de Jimaguayú, Esmeralda y de Najasa y se van al caer la tarde poniéndole el cuerpo a la lluvia.

Nora Camilo Torrás y Belkys Jiménez González dan fe de ello y pueden contar cuando pusieron cada uno de los tablones de sus casas y a pura sonrisa te la enseñan, y así te contagian a sonreír y celebrar cuando en medio de la conversación la puerta queda puesta. “Esto solo es posible porque nosotros tenemos un Fidel, asegura Nora, esto es lo más grande, a mí solo me falta el piso y ya tengo mi casita. ¿En qué lugar del mundo tienes en 10 días casi la casa levantada? ¡Y estos hombres vienen de lejos todos los días! Aquí tenemos que agradecer a toda la provincia. Nunca hemos estado solos”.

A Aguacate Irma lo puso a prueba, “esto se puso feo”, te dicen, pero a 18 días solo ves el movimiento de las escaleras al hombro de un solar en otro, el sonido de los martillazos, el jarro de agua compartido y un “esto está listo en unos días, todo está en que terminen de llegar los materiales y tú verás” que te dejan la certeza que no hay derecho a dejar de trabajar.