CAMAGÜEY.- Existe y no existe, aunque ese sea, a la luz de la razón y del correcto uso de las palabras, un notorio contrasentido.

¿Cómo que existe y no existe?

La contradicción radica en que continúa visible, pero desde hace más de un siglo permanece privado de la función para lo cual fue concebido, y en la práctica funciona como un área del Parque Agramonte.

Todo depende del ángulo de análisis de la ambigüedad en la cual se balancea, conceptualmente, el Callejón de la Mayor, uno de los tantos que contribuyeron a identificar el singular sector patrimonial de la trama vial de la ciudad de Camagüey, fundada en el siglo XVI.

Tiene solo una cuadra, entre una de las paredes laterales de la antigua Iglesia Parroquial Mayor —hoy Catedral Metropolitana de Camagüey—, y el Parque, otrora Plaza de Armas y centro del sector local, declarado en el 2008 Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Fue una de las conexiones viales entre las calles de la Mayor y de la Candelaria, en la actualidad denominadas, respectivamente, Cisneros e Independencia, dos de los segmentos principales, antes y ahora, de la capital camagüeyana, el tercer asentamiento humano más poblado de Cuba.

Según un rastreo informativo, quedó desactivado en 1912, año en el cual el Parque registró una de sus modificaciones, y período de la inauguración, en ese lugar, del conjunto escultórico en honor al Mayor General Ignacio Agramonte.

La transformación no eliminó el trazado del callejón, que devino, por su nuevo uso, prácticamente una extensión del Parque, situado en una superficie mucho menor a la de la Plaza de Armas, un terreno reducido en su extensión para aumentar la cantidad de inmuebles en las inmediaciones.

En la más reciente remodelación —de carácter capital— de esa explanada, trabajo concluido en el 2001, y el cual la transformó de forma extraordinaria, el otrora Callejón de la Mayor recibió un nuevo pavimento, con una combinación de materiales, incluidas partes adoquinadas.

Utilizado algunas veces para espectáculos culturales, se encuentra contiguo a uno de los accesos del templo, cuya ubicación primitiva estuvo en otro lugar, y fue trasladada al actual emplazamiento en el siglo XVII; y en el XVIII el edificio resultó ampliado con dos naves más.

Aledañas al antiguo callejón hay dos de las cuatro palmas reales, en homenaje a los camagüeyanos Joaquín de Agüero, Fernando de Zayas, Miguel Benavides y Tomás Betancourt, fusilados en 1851 por participar en el primer alzamiento armado realizado en la Isla contra el colonialismo español.

También están los túmulos con tarjas alusivas a la ejecución, en la Plaza, de ocho hombres de tez negra, en 1812, por sumarse a la conspiración liderada por José Antonio Aponte, y a Francisco (Frasquito) Agüero, en 1826, a causa de sus intentos independentistas.

Bancos en los dos flancos escoltan también a la desactivada vía, un segmento sumido en la encrucijada de su contradictoria existencia. Todo, y valga la reiteración, depende del ángulo de análisis conceptual del asunto.

Pero a fin de cuentas, por encima de reflexiones existenciales, vale sobre todo pensar que aquel callejón, hincado en el devenir físico e histórico de Camagüey, continúa visible en estos tiempos, incorporado a un sitio donde la urbe oriental tiene el trono de su sector Patrimonio Cultural de la Humanidad.