CAMAGÜEY.- Un foráneo teclea Camagüey y “San Google” le espeta en su conexión las señas y los textos que la atan en sentido y oración a su condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Once años desde aquella declaratoria y la felicidad aún provoca el ufano ¡Somos Patrimonio! con que desde el primer día callamos a todo el que quiera “superar” nuestra casta principeña y de Santa María. Ni la ausencia de mar nos desarma: el Puerto del nombre y sus magnitudes nos ahogan las ganas de agua y sal. ¡Somos! Somos unos orgullosos rotundos, mas con la suficiencia que suman 505 años de intensa vida, de arraigo, de identidad a toda “costa”.

Cierto que tal título es menos que las 54 hectáreas de su Centro Histórico (solo una porción de este) y más que su denso y peculiar trazado de calles coloniales, más que una fecha de celebración. El rango impone retos, porque el merecimiento no es vitalicio.

Nosotros, tan anfitriones, tan dulces y claros como indica la otrora destreza para el azúcar y el ganado explicamos al foráneo cuanto tenemos y cuanto hemos de seguir construyendo.

No es la abundancia de adoquines, ni el olor a potaje por sus calles comerciales como indicio de su carácter residencial, ni los inmuebles con altos valores culturales y arquitectónicos, ni siquiera el pregón de las jabitas de nailon, el hilo y el elástico, y el periódico viejo, lo que nos distingue hoy.

En el mundo unas cuantas son las ciudades con adoquines por doquier, y aroma de frijoles recién hechos, y edificios de referencia mundial, y pregones exóticos hasta de noticias que no lo son más. Ni siquiera la condición desde el 2008 nos distingue, en todo caso nos clasifica.

Lo que hoy debiera distinguirnos, más allá de la cultura riquísima, sus personajes de referencia, y la bravura en todas las cronologías, es una villa mejor habitada por su gente, más graduados en oficios de restauración, más iniciativas dirigidas al cuidado y conservación de la urbe (no solo las de la institucionalidad inmediata), una ciudad pensada con esmero desde el turismo cultural. Necesitamos un Camagüey preservado, remozado, pero también más amado.

Que nuestros editores de adelante.cu se esmeren y acierten con las etiquetas de posicionamiento para que mañana cuando en la isla de Palawan googleen la mediterránea Camagüey, el inventario proclame este breviario que alienta lo por hacer y reclama el compromiso en firma de cada uno de sus hijos. Y claro, para que no queden dudas, ¡Somos Patrimonio!