Por estos días ha sido viral en las redes sociales la declaración de las abejas como la especie más valiosa del planeta, tras un debate suscitado en la Sociedad Geográfica Real de Londres, que concluyó con ese reconocimiento determinado por el Instituto Earth Watch.

Para tal distinción se tuvo en cuenta no solo el valor de las producciones de esos animalitos de cara al consumo humano, sino principalmente por contribuir de forma inigualable a la reproducción de todas las plantas del planeta.

No por gusto, el genial Albert Einstein sentenció: “Si las abejas desaparecen, a los humanos les quedarían cuatro años de vida” y es que de la función ejercida por ellas sobre la cadena natural de la flora, la polinización, depende en gran parte la vida en la tierra.

Múltiples páginas digitales coinciden en afirmar que existe una creciente evidencia científica sobre la promoción de los diversos productos de las abejas en la curación o restauración del cuerpo humano, al potenciar mecanismos y funciones de la circulación, estimulando una respuesta inmune saludable o reduciendo procesos inflamatorios.

Añaden esas fuentes que las terapias a base del uso de productos elaborados en las colmenas existieron desde hace miles de años, y fueron practicadas en las sociedades antiguas de manera ininterrumpida, desde Egipto a Grecia y China.

Pero amén de los favorecimientos alimenticios y medicinales, son dignas de admiración por su laboriosidad demostrada en cifras, porque para reunir un kilogramo (kg) de miel precisa 180 mil kilómetros de vuelo, más el néctar de 4,5 millones de flores y el trabajo de dos mil 500 abejas, según cálculos de expertos.

Hay quienes sostienen que la especie se automedica, pues en el momento en que una colonia resulta infectada por hongos patógenos, esos insectos llevan a la colmena mayores cantidades de propóleo, compuesto por una mezcla de resinas de plantas y cera con propiedades antifúngicas.

También se dice tienen personalidad propia, a lo cual dio luz una publicación de la revista "Science", con una nueva visión de cómo se desarrolla la vida en el interior de las colmenas, una colonia de trabajadores con departamentos especializados, donde cada abeja tiene su propio papel para servir así a su reina.

Los estudios realizados dejaron claro la existencia de diferencias individuales de las abejas según su personalidad, las cuales hacen que el deseo o voluntad de realizar ciertas funciones difieran entre unas y otras, al poseer personalidades definidas de manera independiente.

Pero algo preocupa a científicos y a muchas personas en el mundo y es la significativa reducción de las poblaciones del insecto en buena parte del planeta, a causa de la deforestación, el deterioro de ecosistemas, las prácticas agrícolas inadecuadas, las plantas modificadas y hasta el cambio climático, de acuerdo con sitios digitales.

En Cuba en cambio, a pesar de la frecuente acción de fenómenos tropicales, es evidente la recuperación de la rama apícola, y Pinar del Río, por citar un ejemplo, figura entre las provincias que sobrecumplen el plan de producción de miel en el primer trimestre del año, gracias al buen manejo, la salud de las colmenas, el excelente comportamiento de la floración y las favorables condiciones climáticas.

Conocida la trascendencia de ese diminuto animalito para la preservación de la presencia humana en el planeta, seguramente hasta aquellos acobardados por sus picaduras, dejarán de temerles para comenzar a amarlos y velar por la continuidad de su presencia en la tierra.