CAMAGÜEY.- Las críticas que por su música y los estilos de sus bailes hacen algunos a la juventud de cada época, no es cosa nueva.

Debió suceder cuando el areíto cambió de tono y se convirtió en minué acompasado y desde allí al vals, al danzón, al bolero, al pilón, al patacón pisa'o... y así hasta lo infinito. Y aunque existen ritmos que duran más que otros, siempre, como toda moda, son efímeros, aunque en un tiempo hayan “arrebatado”. Por ejemplo, vamos a ver, ¿quién se acuerda ya de la mazurca, o del mozambique,  el sucu-sucu, del botecito, o del pilón, y qué me dicen de la múcara? Es verdad que hay mucho de esa música que aún suena, pero ya forma parte de extrañamientos musicales.

Antes el baile era muy formal, tenía su estilo, su ritmo semejante y acompasado. Su ética. Hoy cada intérprete se inventa su código, su fraseo y su grosería particular. Interpreta lo que quiere y como le viene en ganas. Los bailadores para no quedar a retaguardia del movimiento  ”moderno” crean su propio estilo, así que se baila lo que se siente y cómo se siente, y si no se siente nada, no importa, se baila de todas formas.

Ya no hace falta el vis a vis. La mejilla con mejilla y la conversación grata al oído. Ahora estamos en la gozadera individual, que es lo malo porque se pierde el romance, pero nadie duda que se gana en choteo.

Sin embargo, le diré, no todos los bailes de la época de Maricastaña fueron en verdad discretos. Tenemos el ejemplo aquí mismo en Camagüey, cuando, se puso de moda un ritmo que según  la prensa de entonces, por los alrededores del 1830, fue bastante desvergonzado y originó no pocos disgustos familiares, al punto de que más de un baile público fue suspendido por las autoridades, dado el descaro y desfachatez de los bailadores, jóvenes principeños conquistados por el nuevo ritmo que rompía con la quietud del rigodón. Ese fue el baile del Perillán, o mejor, el baile de Mi Juan Perillán.

Esto era muy sencillo, las parejas al centro del salón se colocaban en ruedo cogidas de las manos y cantaban “Mi Juan Perillán tenía un arenal,/ y así le sacaba la arena del mar”. Entonces todos los bailadores levantaban la pierna derecha haciendo con el pie la demostración enunciada, repitiendo el coro “así sacaba la arena del mar”.

“Mi Juan Perillán tenia un arrozal,/ y así lo aventaba mi Juan Perillán”. Brincando entonces los bailadores y repitiendo la última parte de la estrofa.

Esa debió ser la parte buena porque las parejas rompían el ruedo y se abrazaban entre sí con muestras de alegría. Luego volvían al coro, y así hasta lo infinito.

Este baile que hoy nos podría parecer hasta medio bobalicón, fue suspendido debido a la presencia, decían, de movimientos libertinos y alejados de la decencia y las buenas costumbres que escandalizaban a los padres de familia.

Y después hablan hoy de nosotros, los jóvenes.