CAMAGÜEY.- La fecha del 10 de abril del 2019 se inscribe en los anales de la historia como un nuevo hito en materia de civilidad y de ética, fruto de la semilla sembrada, hace 150 años, por los constituyentes de Guáimaro, quienes subordinaron la unidad por encima de los intereses individuales.

Cuán orgullosos se sentirían hoy Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte y el resto de los próceres de El Camagüey, el Centro y el Oriente, de ver cómo aquel valioso documento, resumen de sus nobles aspiraciones, entraba al salón plenario donde se proclamó la nueva carta magna, aprobada el pasado 24 de febrero por la inmensa mayoría de los cubanos con derecho al voto, durante el referendo constitucional.

Muchas lecciones dejaron aquellos patricios, desde la indoblegable posición contra el coloniaje español hasta la manera diáfana de asumir que, por encima de todo, estaban los valores de soberanía e independencia.

Carlos Manuel de Céspedes, elegido por la Cámara de Representantes como presidente de la República en Armas, fue un hombre de una clara visión de los intereses de Estados Unidos hacia Cuba.

En fecha tan temprana como en 1870 escribió a José Manuel Mestre, representante del Gobierno en Armas en Washington, un mensaje de profundas raíces de cubanía: “Por lo que respecta a los Estados Unidos, tal vez estaré equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación, y entretanto no salga del dominio de España, siquiera sea para constituirse en poder independiente; este es el secreto de su política y mucho me temo que cuanto haga y proponga, sea para entretenernos y que no acudamos en busca de otros amigos más eficaces y desinteresados”.

La premonición del Padre de la Patria tiene enorme vigencia en nuestros días frente a los intereses mezquinos del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump y su camarilla, de aplicar el Título III de la Ley Helms-Burton, que como se ha dicho es la única existente en el mundo que un país pretende aplicar en otro, en flagrante violación del Derecho Internacional.

El presidente de la República en Armas, al retirar la representación diplomática de Cuba en Estados Unidos, a fines de noviembre de 1872, le escribió a Ramón Céspedes, agente cubano en Washington: “No era posible que por un tiempo soportáramos el desprecio con que nos trata el Gobierno de los Estados Unidos, después que iba en aumento mientras más sufridos nos mostrábamos nosotros”.

El llamamiento del General de Ejército Raúl Castro, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), en la solemne ceremonia de proclamación de la Ley de Leyes, es una clarinada a los cubanos a no desmayar a pesar de los desafíos, en los principios que sembraron los asambleístas de Guáimaro, expresión enaltecedora de cubanía.

Lo ocurrido hace 150 años en Guáimaro hay que verlo, como lo ha señalado el Doctor Luis Álvarez Álvarez, destacado académico: “Como quien mira su pasado desde una perspectiva épico-mística que no rebaja, sino, por el contrario, fortalece una visión realista del presente y el futuro”.