GUÁIMARO, CAMAGÜEY.- A solo seis meses después de la primera clarinada, este pueblo oriental tuvo la misión de conciliar voluntades. A la guerra se fue por la libertad, pero la guerra necesitaba orden, y Guáimaro fue la tierra del diálogo.

“Se acordó hacerlo en ese espacio intermedio prácticamente al centro de todas las regiones alzadas —señaló Elda Cento en la conmemoración de este miércoles— pero también porque era una zona conocida por varios patriotas tuneros y orientales que habían venido a este territorio por las ferias ganaderas. Francisco Vicente Aguilera y Carlos Manuel de Céspedes estuvieron aquí en 1865, y la huella de Joaquín de Agüero y Agüero late en esta tierra”.

También fue una jornada de más grandes empeños… “aquellos hombres fueron más allá, fueron a llevar acciones de consenso, pues al marcar el alba del constitucionalismo cubano apagaron de raíz uno de los más sólidos y denigrantes argumentos de la propaganda española: que éramos ‘una partida de revoltosos sin orden’. Aquellos legisladores pusieron el pecho a las balas como mismo lo hicieron todos los ciudadanos de Cuba Libre, y eso es lo que nos convoca hoy aquí, la voluntad unitaria del pueblo cubano”.

A los 150 de aquel primer esfuerzo constitucional redactado por cubanos y con vigencia efectiva en el territorio los compromisos legislativos son mayores. Sobre todo en la histórica jornada donde también quedó proclamada la continuidad del convite de 1869 con la promulgación de la Carta Magna que el pueblo ratificó el 24 de febrero último.

Los retos ahora están planteados. “El país está inmerso en el proceso de fortalecimiento de la institucionalidad —señaló Teresa Hinojosa presidenta de la Unión Nacional de Juristas en la provincia— lo cual significa que los juristas encaramos el papel de contribuir de manera eficaz en la elaboración de las normativas legales que darán vida con si aplicación a los postulados refrendados en la nueva Constitución”.

Pero también es un momento para honrar a los padres fundadores que nos ganaron el hoy. Entre ellos, Ignacio Agramonte.

“Aquel jurista que desde las aulas de la Universidad iniciara la lucha en la histórica sabatina del 22 de febrero de 1862, proclamando que al estallido del cañón, iría a reivindicar los derechos violados por los gobiernos fundados por la fuerza, al guerrero, al patriota, catalogado como la más completa figura de la Guerra Grande.

“Su voz era la expresión del Comité Revolucionario de Camagüey, transformado después en Asamblea de Representantes del Centro. Con sus conocimientos y destreza, se apoderó de la dirección ideológica de la naciente revolución, respaldado por la juventud y los hombres maduros con las ideas más progresistas de la época. Alcanzó el control de la Asamblea de Guáimaro, quien con justeza se le ha llamado fundador esclarecido de la República de 1869, unió por siempre a la creación de la nación, del Estado y del Derecho cubanos.

“Fue redactor de la Constitución de Guáimaro junto a Zambrana, pero además la concibió, la propugnó y la impuso”.

La firma de este cuerpo legal en el terruño camagüeyano convirtió a Guáimaro en un símbolo de la nación cubana, al decir de Cento, y lo es, entre muchas razones, porque inaugura una tradición jurídica que proyectó una ética basada en la igualidad y en el derecho que por primera vez se alineaba en un frente único para combatir al colonialismo español, al tiempo que fue uno de los más hermosos actos de soberanía que tuvieron lugar en aquellos días gloriosos de la Guerra.