LA HABANA .- El almirante genovés Cristóbal Colón no descubrió el continente americano, aunque en la actualidad sean pocos los autores que aún defienden dicha teoría. Famosos conquistadores, como Hernán Cortés o Francisco Pizarro, tampoco pueden ser nombrados como descubridores.

¿Por qué?; pues por la sencilla razón de que las tierras conquistadas por ellos a pólvora y sangre, ya estaban habitadas por otras civilizaciones.

Sin embargo, es posible que entre los españoles que llegaron a tierras americanas existiera un verdadero descubridor. Digo existiera, pues todavía hay historiadores que no oponen a dan el crédito del hallazgo a este hombre. Su nombre era Gabriel de Castilla, y la tierra encontrada fue el continente antártico.

La Antártida está al extremo del planeta donde se halla el Polo Sur. Cubierta principalmente por una capa de hielo, es el hogar de muchas especies de animales, como el león marino y los muy graciosos pingüinos.

Hasta la fecha, no se han encontrado evidencias de que haya vivido el hombre en esas tierras inhóspitas. Las tropas bajo el mando de De Castilla no desembarcaron, pero sí existen registros que los avalan como los primeros en atravesar sus fronteras.

Es muy incipiente la biografía conocida de este navegante y militar. La mayoría de los datos escritos sobre él, han aparecido dispersos en distintos documentos.

Diversos estudiosos plantean que su nacimiento fue en 1557, en la ciudad castellana de Palencia, ubicada en el reino de León, España. Sus padres fueron don Alonso de Castilla y doña Leonor de la Mata.

En la última década del siglo XVI viajó rumbo a América. En el llamado nuevo continente, sirvió en el territorio que actualmente es México.

Mientras estuvo en tierras aztecas ostentó los grados de capitán de Artillería.

En 1589 se trasladó al Perú. Allí el entonces virrey, García Hurtado de Mendoza, le encomendó una misión pacificadora y de reconocimiento territorial de Chile, cumplida a bordo de la nave San Francisco.

Viajó a ese país y en 1596 fue nombrado general del Callao. En ese propio año se le encargó el traslado de un contingente de más de 200 soldados. El objetivo era socorrer al gobernador Martín García Oñez de Loyola, quien se hallaba en conflicto con los valerosos araucanos.

Dicho regente, en agradecimiento, lo nombró su Maestre de Campo. Entonces De Castilla, bajo su nuevo cargo, tuvo que emplearse a fondo en la batalla contra los araucanos.

En 1597 consiguió llevar a Chile un nuevo destacamento conformado por 140 hombres y diversos pertrechos y armamentos; en febrero de 1600 volvió a dirigir otro, esta vez de 224, con los que desembarcó en el puerto chileno de Concepción.

A partir de ese año, su quehacer se centró en resguardar las costas chilenas plagadas de corsarios neerlandeses. El nuevo virrey Luis de Velasco, su primo hermano, valiéndose de informaciones dadas por prisioneros flamencos, supo que piratas y corsarios pretendían lanzar un ataque a gran escala.

En una junta de guerra, se decidió enviarlo con dos galeones como apoyo, Nuestra Señora del Carmen y Buen Jesús. Con este refuerzo zarpó De Castilla a enfrentarse a los enemigos holandeses. Estos habían enviado dos expediciones, la del almirante Oliver Van Hoort, apodado el Tabernero, y la otra dirigida por Mahu y Cordes.

En 1601 enfermó y no pudo conducir a tierra firme unos navíos cargados de riquezas, postergándolo para el año siguiente.

Por aquel entonces Gabriel de Castilla fue acusado por la Santa Inquisición. Se desconoce cuáles fueron las causas pues aún no se han encontrado evidencias de los cargos que esta institución, más criminal que religiosa, presentó.

Al desaparecer en alta mar el sobrino del Virrey, Juan de Velasco de Barrio, el general Gabriel asumió la responsabilidad de dirigir la Armada del Sur, obligación que tuvo que alternar con su continua vigilancia a las costas de Chile.

En marzo de 1603 zarpó con los siguientes barcos: el galeón Jesús María, comandado por él mismo; Nuestra Señora de la Visitación, buque que había pertenecido al corsario Richard Hawkins y Nuestra Señora de las Mercedes.

En este viaje de defensa de las costas y constante exploración, la patrulla hispana cruzó el paralelo 640 Sur. Ellos sin darse cuenta, se habían adentrado a las comarcas antárticas.

El marinero holandés Laurenz Claesz, antiguo tripulante de Mahu, y que luego navegó junto a los españoles, declaró con posterioridad en un documento que en la fecha antes mencionada la armada ibérica había atravesado dicho paralelo y, "... allí tuvieron mucha nieve". En el mes de abril, las embarcaciones regresarían a las costas chilenas.

Como se expuso antes, este descubrimiento tiene sus contradicciones. Varios historiadores han asegurado que no fue realmente él quien atravesó por primera vez los límites antárticos.

Le confieren tal honor al corsario holandés Dirck Gherritsz, quien, aseguran, atravesó el antes mencionado paralelo en 1599. Lo cierto es que aunque las contradicciones todavía perduran, la mayor parte de los registros se inclinan a favor del leonés.

Gabriel de Castilla falleció en la década del 20 del siglo XVII. Su nombre y legado estará siempre atado a la historia de la marinería americana. Quizás algún día sabremos con seguridad, si mereció el título de único verdadero descubridor de tierras que haya tenido el imperio español.