CAMAGÜEY.- Nuestro planeta está casi a punto de finalizar una vuelta más al Sol, o lo que es lo mismo, el 2017 está llegando a sus últimas horas para iniciar un nuevo ciclo al siguiente día y continuar midiendo nuestras vidas, ligadas eternamente al “señor” tiempo, del que todavía no sabemos qué es y sobre el cual inventamos muchas historias.

Para los que hemos girado tantas y tantas décadas alrededor del luminoso astro, el tiempo posee las dimensiones de un pretérito extenso y un futuro cada vez más corto, pero no con la visión del fin, sino con la del premio de haber alcanzado una riqueza espiritual y de conocimientos por sobre los que aún desconocen los posibles viajes que podrán sumar a su vida.

Pero nadie vive ni en pasado, ni en futuro, todos sentimos la alegría o el sufrimiento en el presente de cada día, en cada segundo, por eso para el ser humano es tan importante levantarse siempre que las rodillas flaquean y el espíritu enflaquece.

Y a cada vuelta que concluye nuestra querida Tierra es como si todos necesitáramos levantarnos para encontrar al siguiente día del comienzo de cada año, una nueva fuerza que deberá enfrentar lo desconocido de 365 días de viaje.

Entonces, ¿cuál es la mejor manera de despedirnos de una gira tan extensa durante la cual la risa y el llanto nos acompañaron?: las fiestas, pero no cualquier fiesta, sino una donde vamos a dejar un pasado y recibir un presente, donde lo individual se echa a un lado y nos sumamos a las aspiraciones de un mundo mejor para todos. Una fiesta donde el llanto y la risa se funden en una magia de deseos de ser mejores y de esperanzas luminosas. Una fiesta de abrazos y besos sinceros.

No vivimos en un país perfecto, pero ¿quién lo hace y dónde está ese país perfecto? Creo que solo en los cuentos. Pero sí vivimos en uno donde nos enseñaron a pensar, a ser capaces de sentir por los demás, a soñar, pero también a crear realidades donde el humano retoma sus esencias y el tiempo gana en cada viaje la sabiduría eterna de los siglos y el ejemplo imperecedero de los que nunca mueren.

* Texto tomado de Archivo de Adelante