CAMAGÜEY-. Va por la calle, camina de prisa. No repara, como de costumbre, en los detalles de la gente, de los edificios, de las cuadras que recorre. Normalmente lo hace, pero este día no, hoy va pensando en sus problemas.

Un señor desconocido, aparentemente respetuoso, aguarda en la acera por algún pasajero, para llevarlo en su bicitaxi a cualquier parte de la ciudad.

Difícil le pareció a la muchacha que, aun con sus curvas bien definidas, aquel hombre, de edad avanzada, fuera capaz de decirle tan groseras palabras.  

Pues sí que lo hizo, y pudiera parecer que no era para menos. El color de su piel, pelo y ojos, combinaban armoniosamente con el vestuario que llevaba ese día.

Aunque cubría la mayor parte de su cuerpo con aquellas telas holgadas, provocaba a su paso la admiración de cuanto hombre se le cruzaba.

Pero ni siquiera tanta belleza era justificable para el “mami, qué cosa más rica”. ¿Parezco de verdad una “cosa”? —preguntó para sus adentros—, sabiendo que realmente no lo era.

En otras ocasiones, en lugar de “cosa” la habían llamado “cosita”, sustantivo que pudiera interpretarse como una disminución a su condición de mujer, bella, inteligente y profesional, como lo eran muchas en su ciudad. En fin, para ellos, esos que estaban al acecho, era simplemente una figurita decorativa, un adorno.

Otros vocablos unidos adecuadamente para formar una frase, quizá pudieran haberle alegrado el día. Claro, que esto solo sería posible si en ese momento, al susodicho le hubiesen funcionado más “neuronas varoniles, caballerescas y corteses”.

Muchos amigos, gracias a las facilidades que actualmente nos brinda Facebook, compartieron con Adelante Digital varios piropos: la mayoría, picarescos; unos, referidos a la navidad; otros, a la naturaleza, los poemas, las profesiones; y hasta algunos, surgidos de la propia inventiva de sus autores.

Un elemento común los distingue, todos son agradables, porque son piropos, no insultos.  

¿Qué diría Héctor Zumbado si los pudiera leer? —me pregunto—, y al instante comprendo que el excelente periodista y humorista cubano no precisaba de una red social para ingeniárselas en la redacción de sus Limonadas.

Cuando Zumbado escribió que “el piropo en Cuba es así. Explosivo. Siempre tiene un signo de admiración. Porque el cubano es así. Comunicativo. Extrovertido. Abierto”, no utilizó en su caracterización el adjetivo grosero ni otro similar.

Y es que el piropo, ese, el popular, inofensivo, divertido e ingenioso, debe ser precisamente así, debe aprovecharse como la oportunidad perfecta para expresar lo que admiramos de alguien, en una frase inteligente, llamativa. Así, estaremos realmente, piropeando.