SANTA CLARA.- (ACN) Fueron los médicos ingleses del Siglo XVIII quienes llevaron al hombre por vez primera a las playas en busca de curación a diferentes males, muchos de ellos sin solución en esos años.
La melancolía, el raquitismo, la lepra, la gota, impotencia, infecciones tuberculosas, problemas menstruales y la "histeria" figuraban entre las enfermedades para las cuales se recomendaban baños marinos y caminatas por las arenas.
Hasta ese momento el mar era un espacio temible, y las franjas costeras no eran sinónimo de placer y disfrute, todo lo contrario, las azules aguas ocultaban enormes y terroríficas "criaturas", que junto a las grandes olas y remolinos devoraban barcos y tripulaciones.
Algo similar sucedía con las arenas, rocas, vegetación y fauna, las que eran sinónimo de incomodidad y temor.
Con la Revolución Industrial, las ciudades sufrieron transformaciones y los trabajadores también, así poco a poco surgió la necesidad del esparcimiento para descansar luego de las agotadoras y extenuantes jornadas.
El desarrollo científico aumentaba y paralelamente el cuidado de la salud, así, paso a paso se inició la modernización general de la sociedad.
Los obreros comenzaron a asistir a las playas, a las cuales, desde hacía varios años acudían los aristócratas para buscar cura a sus enfermedades; el placer del mar, sus potencialidades curativas y la influencia positiva que genera en la mente humana crearon el lazo que perdura hasta hoy.
La existencia de un sitio diferente para el placer se extendió por toda Europa y llegó a las colonias del continente Americano. En 1884 se inauguró en Coney Island, el primer centro de diversión nocturna en un balneario.
Esa demanda y los grandes ingresos que generaban llenaron durante el siglo XX los litorales del mundo de una amplia red de hoteles, y las playas convirtieron los más recónditos sitios en lugares para atender a los turistas, ansiosos de nuevas aventuras y experiencias.
Ante los ojos de todos, el inmenso mar comenzó a sentir los efectos de la contaminación, las dunas costeras y su frágil vegetación sucumben a diario y la fauna desaparece poco a poco, mientras, la capa de ozono se deteriora y el planeta azul cada vez más expuesto al astro Rey, siente sus efectos.
La costumbre creada por varias centurias de asistir a las playas en la etapa de verano provoca un desgaste acelerado en los litorales, y con eso daños en la vida marina.
Muchas naciones, entre ellas Cuba, asumen regulaciones para el cuidado del mar y las playas, entre ellas la retirada de la franja costera de edificios y otras instalaciones.
Corresponde a los vacacionistas asumir conductas amigables con el medio marino, sin derramar sustancias, botar residuos de comidas u objetos en las arenas para reducir al mínimo la contaminación.
Y a las autoridades pertinentes imponer las sanciones que correspondan ante la violación de las reglas para la conservación del mar.
Cuidar el mar es proteger la vida del planeta, en este tiempo todos conocen que de sus aguas ya no emergen monstruos terribles; los modernos medios de navegación permiten que enormes y potentes embarcaciones lleven y traigan disímiles mercancías imprescindibles para la vida moderna.
Salvaguardar las playas es cuidar del confort, distracción, recreación y distracción de los habitantes del planeta. A todos les corresponde colaborar para que esos lugares paradisíacos no desaparezcan.