Salvador Rionda de la Torriente, administrador del citado monopolio había mandado a buscar a Sabino para proponerle una colonia de 25 caballerías y otras 25 para potrero, con un cheque de 50 mil pesos a cambio de que abandonaran el lugar. Ni así me dé el central, yo no vendo a mis compañeros. Fue la respuesta del digno guajiro.

Desde niño Sabino había escuchado contar a los mayores que su padre y sus tíos acompañaron al general Máximo Gómez a cruzar la trocha de Júcaro a Morón, y que Salvador Cisneros Betancourt, hombre de muchas tierras en Camagüey y con el título de Marqués de Santa Lucía, lo había dado todo a cambio de luchar por la independencia de Cuba, y que cuando esto se lograra repartiría por mitades entre el Consejo Territorial de Veteranos de la Guerra y sus herederos.

Por eso, constituida su numerosa familia - llegó a tener 12 hijos- pensó que en las tierras del Marqués de Santa Lucía podría asentarse y trabajar honradamente. Desde Holguín vino para el referido lugar a principios de la década del 40 del siglo pasado.

Unas diez mil personas habitaban el lugar, la mayoría siguiendo los pasos de Sabino Pupo se incorporó a la Asociación Campesina de Santa Lucía y buscaron el apoyo de las demás organizaciones agrarias de entonces, y aquel movimiento fue sumando campesinos, al punto de ser nombrado delegado al Congreso campesino que se celebró en Santiago de Cuba en 1945, lo que le permitió ganar claridad en relación con la situación de ese sector en el país y las vías fundamentales para la lucha. De regreso en Camagüey recabó de inmediato el apoyo de los trabajadores portuarios de Nuevitas y de otras agrupaciones no oficiales.

Tal fue su prestigio, su fortaleza, su liderazgo, que provocó el encuentro anteriormente citado con el administrador de la Manatí.

Cándida, no me gusta esto; no me va a suceder lo mismo que a Niceto Pérez, le había comentado a su esposa.

El 20 de octubre de 1948 Sabino recibe aviso de que había ganado suelto en uno de los fundos de los campesinos, por lo que marcha al lugar en compañía de otros campesinos, todos desarmados.

Allí comprobaron que efectivamente, el ganado se había metido en las tierras a través de cercas rotas, pero junto a los animales los esperaban el mayoral del ingenio y dos inspectores de campo.

Todo sucedió en instantes: Manuel Leyva, el mayoral, revólver en mano dijo que no sacaría el ganado porque el terreno era de la compañía; por su parte Sabino ripostó que las tierras estaban pendientes a fallo judicial... dos disparos hirieron mortalmente a Sabino, y el resto de sus acompañantes fueron agredidos en desigual enfrentamiento, unos con palos y piedras y otros con revólveres.

Los criminales acusaron a Sabino de encabezar una banda de 30 cuatreros que los asaltaron armados, por lo que tuvieron que defenderse. La causa fue radicada como riña tumultuaria.

Ante la persistencia de la viuda y la presión del sector campesino, finalmente la Policía Secreta Nacional concluyó: "(...) el administrador, señor Manuel Fernández Rionda, al no ver realizado su propósito de desalojar a los precaristas, optó, según las evidencias, por medio de la violencia para lograr su fin (...) que tiene por justificación final, precisa y concreta, la defensa de los intereses de The Manatí Sugar Company (...)"

La figura de Sabino Pupo Millán se convirtió en ejemplo de infranqueable valladar, en trinchera que unió mucho más a los campesinos del Álvaro Reynoso, de toda Santa Lucía, hasta el punto de impedir el desalojo en la zona, y hoy allí, quedan algunos de sus descendientes, y de sus compañeros de lucha, como parte de la obra revolucionaria, haciendo realidad el sueño de su líder.

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