El Mayor General Ignacio Agramonte había dado órdenes estrictas a sus hombres, instalados en las proximidades del potrero de Consuegra, de no abandonar el campamento, lo que se supone no fue obedecido por el brigadier Julio Sanguily.

Existen diferentes versiones alrededor de la presencia de Sanguily en el rancho de Cirila López Quintero, donde fue sorprendido mientras descansaba.

Una columna que sobrepasaba el centenar de soldados españoles, bajo las órdenes del comandante César Matos, tuvo a su cargo la operación que llevaba como preciado trofeo al Brigadier. Hasta Puerto Príncipe fueron enviados avisos para que se prepararan festejos dada la importancia del prisionero.

Era necesario desacreditar a los mambises y lanzar la noticia de que en este territorio el movimiento insurreccional estaba aplastado.

Pero el enemigo no contaba con la valentía y arrojo de El Mayor, como también era denominado Agramonte. Acompañado de un grupo de 35 hombres ataca de manera sorpresiva a las fuerzas de Matos en el centro del potrero de Consuegra y luego de darle a probar el filo de los machetes, le arrebata al preciado compañero.

Con esta acción Agramonte protagonizaba la acción militar más importante de su carrera, pero también anotaba una victoria política a las filas cubanas.

Las circunstancias del momento requerían de un hecho de armas que pusiera de manifiesto el resurgir del orden y la disciplina en las huestes insurrectas, las que por más de un año habían estado sometidas a la continua ofensiva enemiga.

Al referirse a este hecho, nuestro Comandante en Jefe, en ocasión de su discurso del 11 de mayo de 1973 en la Plaza de San Juan de Dios de la ciudad de Camagüey por el Centenario de la caída en combate de Agramonte, expresó: "(...) Esta fue sin dudas una de las más grandes proezas que se escribieron en nuestras luchas por la independencia, y ha pasado a ser un hecho de armas proverbial, que en aquel entonces despertó incluso la admiración de las fuerzas españolas (...)"

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