“…Les inculcó a los patriotas camagüeyanos su espíritu, su ejemplo, sus extraordinarias virtudes…”.

(Fidel, Camagüey, 11 de mayo de 1973)

CAMAGÜEY.- Ignacio Agramonte y Loynaz, (suscribo la y porque así la usó en su firma) jamás fue anexionista, como tampoco anticomunista… fue un revolucionario independentista, que para los cubanos de todas las épocas es más que suficiente para alcanzar la condición de patriota digno.

No encuentro otra forma más directa de enfocar el tema, porque rumores recientes, ya sabemos qué tipo de fuentes pueden generarlos, pretenden enmarcar el pensamiento político de El Mayor en una ideología contraria al sistema actual de gobierno cubano, bajo la dirección de un Partido único, sustrayendo, a conveniencia y malintencionadamente expresiones de su discurso de la sabatina del 22 de febrero de 1862 en la Universidad de La Habana. Peor aún, desconociendo el texto en su totalidad, agravado por el ideario legado en su rica y vasta correspondencia, y otros documentos no menos trascendentes.

Sucede que, como expuso Agramonte en la referida sabatina: “frecuentemente se confunde la unidad con la centralización”, a la vez que aclara sobre esta última que “limitada a los asuntos trascendentales de alta importancia, aquellos que recaen, o que por sus consecuencias pueden recaer bajo el dominio de la centralización política, es indudable que es conveniente, más que conveniente, necesaria”.

En no pocas ocasiones se hacen análisis abstrayéndose del momento histórico concreto en que se fueron dando determinados fenómenos sociales del desarrollo del proceso emancipador, aparejado a la evolución del pensamiento del decir y hacer de nuestros paradigmas. No pretendo asumir pose de filósofa, sencillamente soy una agramontina, martiana y fidelista que, como millones de cubanos, abraza y defiende la construcción del socialismo que se erige sobre concepciones marxistas-leninistas sustentadas en el ideario del Apóstol de la independencia de Cuba.

Durante un reciente intercambio en el que docentes del más alto nivel, estudiosos de la Filosofía rendían tributo a Fidel, el Dr. C. Luis Álvarez Álvarez, con esa peculiar pedagogía en su decir a que nos tiene acostumbrados, establecía un símil entre el pensamiento político del Comandante en Jefe y la definición de ajiaco de Fernando Ortiz dada a nuestra nacionalidad, “porque en él están todos los ingredientes sin perder cada uno su propio sabor”, refiriéndose a las doctrinas de Marx, Lenin, Martí… asumidas por nuestro Máximo Líder.

No fueron pocos los patriotas del siglo XIX que miraban con buenos ojos el progreso norteamericano, su proximidad geográfica, como una vía para liberar a Cuba del colonialismo español, y encaminar el desarrollo económico.

Foto: Leandro Pérez Pérez/AdelanteFoto: Leandro Pérez Pérez/Adelante

El propio Agramonte, en una misiva enviada a su madre el 3 de mayo de 1870, le escribe sobre la marcha de la guerra contra España y acota: “El entusiasmo se sostiene en nuestras tropas que pelean cada día mejor, y todos aquí están seguros del éxito aunque no será muy pronto si los Estados Unidos nos dejan abandonados a nuestros propios recursos”. ¿Puede alguien asegurar que existió en esta manifestación algún asomo de pensamiento anexionista? Precisamente en el acto por el centenario de su caída en combate, Fidel afirmó:

“Podemos decir con absoluta tranquilidad y con absoluta seguridad, y pese a la 
influencia que ejercieron otros miembros de la Asamblea del Centro que
determinaron la adopción de ciertos acuerdos: ¡Ignacio Agramonte no fue nunca
anexionista!
“No existe ningún antecedente histórico en su vida, no existe ningún antecedente
en sus ideas y en sus criterios políticos, que permitan la menor sospecha de
anexionismo en Ignacio Agramonte. Y quien dijo esas inmortales palabras:‘Que
nuestro grito sea para siempre independencia o muerte’, no podía ser anexionista”.