CAMAGÜEY.- A miles de cubanos, de todas las edades, el nombre de Celia Sánchez le trae algún recuerdo de agradecimiento de un familiar o de un amigo cercano.De estar entre nosotros, tengo la certeza de que continuaría con su hormiguearte laboriosidad en la plenitud de los 99 años que cumpliría este 9 de mayo.

Fallecida el 11 de enero de 1980, aún se topa usted con personas que, con mucho orgullo y sencillez te dicen: Yo le escribí a Celia Sánchez y enseguida me resolvieron el problema, porque no es secreto para los cubanos, que muchas personas, afectadas por actitudes burocráticas y negligentes en que incurrían e incurren determinados funcionarios del Estado, acudían a ella en busca de la respuesta convincente y satisfactoria que siempre supo dar.

Pero Celia era mucho más, y cuando se habla y se escribe de la actividad de nuestro Comandante en Jefe y otras grandes figuras durante la guerra de liberación y posterior al triunfo de Enero de 1959, habrá que acudir a ella.

Un día muchos se sorprendieron al ver la cantidad de cajas y bolsas que guardaba esta mujer, “ tengo aquí muchos papelitos de Fidel, el Che, Camilo y otros jefes de la Revolución que necesito reproducir...”

Fue en la sala de su casa donde Celia montó la microfilmadora y en la cocina el laboratorio fotográfico; durante el día se seleccionaban y organizaban los documentos que luego, por las noches eran fotocopiados para evitar cualquier interferencia de la luz en el proceso de revelado.

Con el tiempo la vivienda de la heroína se fue haciendo pequeña, hasta un día en que le propusieron trasladar “sus archivos” a otro sitio con mejores condiciones, ante lo que ella, de manera resuelta adujo: “¡ Estos documentos no salen de aquí, no puedo exponerlos a que desaparezcan por cualquier accidente!”.

Pero sucedió que al lado de la casa de Celia estaba desocupado un local que perteneció a una agencia bancaria, por lo que ella misma decide iniciar allí lo que posteriormente sería la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

Gracias a la minuciosidad de esta mujer sobrevivieron los acontecimientos de la lucha, pues se encargó de guardar las más insignificantes notas, anotar mensajes, transcribir órdenes...

Celia no se detuvo ante los prejuicios propios de su clase social para entregarse por entero a la causa de los humildes; de estirpe martiana, su militancia ortodoxa fue activa, con una cabal comprensión de que la solución de los problemas del país tenían como única vía la lucha armada para el triunfo, de ahí su integración a las filas del Movimiento 26 de Julio.

Frank País le confió los preparativos para el recibimiento de la expedición del Granma, y a pesar de los sucesos provocados por el retraso del yate y el revés sufrido en Alegría de Pío, mantuvo la esperanza de que no todo estaba perdido, y fue gracias a esa confianza que llegaron al recién organizado Ejército Rebelde los primeros aseguramientos.

El 16 de febrero de 1957, en compañía de Frank, Celia acudía a su primer encuentro con Fidel; desde entonces se dedicó a garantizar una retaguardia segura para la guerra hasta que se incorporó definitivamente a la Sierra como el más fiel de los soldados del Comandante en Jefe.

Dejó de existir cuando la Revolución por la que había vivido plenamente era una obra irreductible, pero a su vez, cuando más útil y necesaria le era, porque ella, como ninguna otra persona, supo hacerse imprescindible, por lo que su presencia no se apaga, florece en la sencillez perfumada de su atributo preferido, la mariposa, como definiera Armando Hart, cual flor autóctona de la Revolución.