CAMAGÜEY.- Seis décadas atrás, la lucha revolucionaria en Camagüey se acrecentaba. El Movimiento Revolucionario 26 de Julio elaboró un plan de apoyo al desembarco del yate Granma; preveía contar con armas que debían  recibirse desde Santiago de Cuba, fruto de la compra que se realizaría en la base naval de Guantánamo.

Esa organización de lucha de la provincia recaudó 2 150 pesos, cifra entregada a Frank País, un enlace importante entre el Movimiento en Cuba y Fidel, quien se hallaba ya hacía tiempo en México para los preparativos de la expedición que un 25 de noviembre, iniciaba su travesía en busca de la libertad de la Patria.

Semanas antes de la partida, el 23 de octubre, Frank viajó a la nación azteca y se entrevistó con el joven abogado, oportunidad en que trataron las acciones a desarrollar con vistas al epopéyico pasaje, concretado el 2 de diciembre de 1956 y tenido en cuenta como el embrión del nacimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

De regreso a Cuba, Frank pasó por Camagüey y estableció contacto con Raúl García Peláez, al frente del Movimiento en este territorio, dándole a conocer las instrucciones que se seguirían, mientras cercanamente al inicio de la travesía del Granma, Armando Hart Dávalos viajó hasta aquí, precisándose las acciones a desarrollar.

Camagüey en ese momento contaba con 20 armas largas, varios revólveres de diferentes calibres, acopiados en el asalto a la armería de la calle Independencia, además de seis obuses de morteros y dos cajas de dinamita.

Quizá no se comprendería la decisión de la Dirección Nacional del Movimiento, la cual determinó no enviar a la provincia las armas acordadas, estimadas imprescindibles para el foco principal que tendría lugar en Santiago de Cuba, según se describe en el libro: Camagüey y su historia, editado en el taller de impresión Felipe Torres Trujillo para el 26 de Julio de 1989 y en el cual se recogen apuntes históricos desde la etapa precolombina hasta 1987.

La falta de armas, la variación del plan inicial y la lejanía del lugar indicado para obstruccionar el refuerzo de tropas del ejército batistiano hacia el oriente, al concebirse la voladura del puente de la Carretera Central en el poblado de Martí, a unos 12 kilómetros de Guáimaro, influyeron en el no cumplimiento de los objetivos propuestos.

La comunicación de la salida de los expedicionarios, entre los que venían tres jóvenes con un rico historial revolucionario en Camagüey: Cándido González Morales, Reynaldo Benítez Nápoles y Calixto Morales Hernández, el primero fue asesinado en la madrugada del 9 de diciembre en Boca de Toro, en Niquero, llegó a la ciudad por diferentes vías. El desembarco transcurrió en difíciles condiciones.

A la expectativa de cualquier otra decisión que se tomara por las fuerzas revolucionarias, cerca de un centenar de jóvenes permanecieron acuartelados en las barriadas de San Gabriel, La Vigía, La Caridad, El Jardín y en otros puntos de esta urbe.

La prensa de entonces en la provincia y las autoridades del régimen de Batista echaron a rodar la falsa noticia de la muerte de Fidel y, aunque no confundió a la totalidad de la población, causó un efecto negativo en un sector de la sociedad donde produjo desconcierto, dolor y cólera.

A 60 años de aquel histórico desembarco el pueblo camagüeyano recuerda a sus expedicionarios, a los que murieron en la lucha y después del triunfo revolucionario; a Alberto Bayo, nacido en Camagüey en marzo de 1892 y que enrolado en la formación militar en España, adonde  pequeño fue llevado por sus padres, se asentaría luego definitivamente en México, donde conoció a Fidel y brindó su apoyo decisivo en la preparación y entrenamiento de la legión de 82 jóvenes.

Volvió a Cuba y la Revolución lo honró con el grado de Comandante del Ejército Rebelde y aquí murió.