CIENFUEGOS.- (ACN) Un honor que pocos cienfuegueros atesoran es el haber compartido el barrio, el saludo, el café con mujeres heroínas como las hermanas Lourdes y Cristina Giralt, asesinadas por las hordas de Fulgencio Batista un día como hoy de 1958.

Manuel Varela Pérez, periodista de Radio Progreso, vive justo enfrente del hogar donde nacieron las niñas más pequeñas de la familia Giralt Andreu, por ello tuvo la fortuna de conocer a estas dos mujeres.

En declaraciones a la Agencia Cubana de Noticias, Varela Pérez expresó que eran niñas muy bien criadas, educadas y atentas con las personas que no eran de la alta sociedad, porque en la escuela sus relaciones se inclinaban hacia los más pobres, y criticaban la discriminación tanto racial como por la posición económica.

Contó que de adultas fueron a laborar y residir a la capital cubana porque no había trabajo en Cienfuegos, pero a menudo venían a visitar a los padres José y Alicia, en especial los días festivos.

El día 15 de junio de ese año era el Día de los Padres y ellas vinieron como de costumbre a felicitar a su papá quien sentía adoración por sus muchachas y por todos sus hijos, porque tenía a dos mayores uno residente en México y Arnaldo quien vivía también en la capital, abundó.

Antes de partir hacia La Habana Lourdes y Cristina fueron como siempre, casa por casa para despedirse del vecindario.

En casa de Benito Castillo mi vecino, que estaba clandestino, las jóvenes saludaron a la esposa de éste y a los hijos y fue allí donde comentaron que Batista no se iba solo del gobierno, por el contrario, había que tumbarlo.

Cuando llegaron a la Habana, su hermano Arnaldo las recogió y las llevó hasta el hogar y en la propia acera se despidió de Lourdes y Cristina.

Al entrar al apartamento una balacera destrozó los cuerpos de las dos cienfuegueras y luego los militares arrastraron los cadáveres por las escaleras y se los llevaron a la policía, según contaron algunos testigos.

Ellas trabajaban en las oficinas de la Concretera Nacional y cuando notaron la ausencia de las jóvenes llamaron a su hermano para averiguar si ellas habían regresado de Cienfuegos, entonces el joven fue al edificio donde conoció lo ocurrido a sus hermanas.

La noticia conmocionó a la cuadra de Cisneros entre Prado y Cristina donde vivían las hermanas Giralt, porque eran muchachas muy nobles, y cariñosas, y queridas por todos nosotros, dijo visiblemente emocionado Varela Pérez.

Cómo imaginar que esas dos jóvenes apenas pocas horas después de despedirse del vecindario y ya habían sido asesinadas por los esbirros de la tiranía de Batista acusadas de ser luchadoras clandestinas.

En la autopsia los forenses consignaron 13 perforaciones de bala en el cuerpo de Lourdes y en el de Cristina, nueve. Lourdes iba a cumplir 22 años el venidero mes Cristina había festejado recientemente los 28.

Alicia, la madre era ama de casa y no habló más de sus hijas por largo tiempo, mientras el padre ya jubilado terminó sus días siendo un hombre triste y ensimismado, concluyó Varela.

La casa, ahora Museo de la Clandestinidad, se conserva igual con la misma estructura y el cuartico de las muchachas mantiene la disposición de la última vez que las hermanas Giralt estuvieron en Cienfuegos.