Aunque no se cumplieron los objetivos finales para los que fue convocada, la huelga revolucionaria del nueve de abril de 1958 dejó para toda la nación un mensaje contundente y claro.

En aquel día de fuego y de combate, la Revolución convocante desde la lucha en la Sierra Maestra irrumpía en toda Cuba y no habría fuerza ni represión capaces de detenerla.

Tal y como afirmara por entonces Fidel, desde la Comandancia general del Ejército Rebelde en las montañas orientales, el revés se convertiría en victoria más pronto de lo que muchos imaginaban.

Los jóvenes cubanos, como siempre y como hoy, marcaron el protagonismo, bajo la convocatoria de una proclama emitida a la nación por la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, el 12 de marzo de 1958 desde el Alto del Naranjo, Sierra Maestra.

Centenares de combatientes de todo el país,  en  su gran mayoría bisoños obreros y trabajadores  aunaron sus esfuerzos en el intento de  paralizar a la nación, realizar acciones de combate e incitar al despliegue de las masas a fin de propiciar el derrocamiento del tirano Fulgencio Batista.

Pese al concurso decidido de los patriotas, el suministro de armas previsto falló, por causas organizativas,  y muchos se vieron acorralados por fuerzas de mayor poder de fuego y número de represores. Valiosos jóvenes fueron ultimados en el lugar de las acciones y otros, hechos prisioneros, fueron torturados y asesinados después.

En Madruga, Sagua la Grande, Santiago de Cuba y Guantánamo, las fuerzas revolucionarias a toda costa dominaron las calles hasta el segundo día, y  en los dos últimos lugares la Huelga se extendió hasta el 11 y 13 de abril, respectivamente.

La respuesta de la dictadura fue bestial. Sus zarpazos asestaron duros golpes a la articulación nacional del Movimiento 26 de Julio y hasta en las calles de La Habana, como en los caminos rurales, se agudizó el clima de terror y represión, cobrando vidas a mansalva.

Ya la movilización popular había mostrado su fuerza en la huelga por el asesinato de Frank País en agosto de 1957, en la  combativa Santiago de Cuba. También, en el   alzamiento del 5 de septiembre,  en Cienfuegos.
 

En febrero de 1958 se realizó un paro nacional estudiantil y organizaciones cívicas hicieron sentir su voz exigiendo la salida de Batista.

Esos factores, unidos al fortalecimiento del combare rebelde, hicieron considerar a la Dirección del 26 de julio que podía realizarse una huelga revolucionaria nacional que, de tener éxito, diera al traste con la dictadura.

El Comandante en Jefe siempre había tenido en mente la posibilidad del uso de la movilización popular, mediante una huelga general, como elemento de apoyo y catalizador de la lucha revolucionaria, en un momento dado.

La insurrección armada que dirigía desde la Sierra Maestra, con su expansión, éxitos indudables y la moral que de ella emanaba, era el motor principal inspirador del combate de todos los cubanos, en pueblos y ciudades.

Esa visión de un todo, con múltiples engranajes y la decisiva participación del pueblo cubano, y de conjunto, siempre estuvo clara para Fidel, aunque algunos de los participantes de entonces solo lograban ver la fuerza de una de las vertientes, en medio de los fragores de los combates.

Por eso no cabe pensar que fue una acción prematura, tal vez inducida por la sobrestimación del empuje del llamado Llano respecto al combate armado guerrillero.

Se han analizado los errores tácticos y estratégicos cometidos y en ellos hay explicaciones convincentes de su fracaso. Ello, sin descontar la cada vez más feroz arremetida del régimen que comenzaba a sentirse acorralado sin remedio.

Entre los más connotados héroes de la acción estuvo el joven líder Marcelo Salado, asesinado vilmente ese mismo día en La Habana.

Faustino Pérez, combatiente de una larga trayectoria e integrante de la Dirección Nacional del M-26, se destacó en la organización de la acción.

La huelga fracasó pero se hizo sentir con asaltos a las emisoras nacionales y la transmisión del llamamiento a la insurrección, la toma de la armería de La Habana Vieja, paros y sabotajes en terminales de transporte.

Paralización prácticamente completa de todo Oriente por la acción combinada de las fuerzas guerrilleras y de la clandestinidad, incluido el ataque al Cuartel de Boniato por las milicias de Santiago de Cuba dirigidas por René Ramos Latour, "Daniel", sustituto de Frank País en la Jefatura Nacional de Acción en la Sierra Maestra.

Como se ha afirmado, el nueve de abril se luchó en toda Cuba. Dejó el saldo de más de un centenar de combatientes caídos y muchas enseñanzas para el movimiento revolucionario y para el pueblo cubano, que lo acompañaba y había comenzado a dar muestras cada vez más generalizadas e inequívocas de su apoyo.