CAMAGÜEY.- Cuando José Martí y Máximo Gómez proscribieron el Manifiesto de Montecristi (El Partido Revolucionario Cubano a Cuba), el 25 de marzo de 1895 como el programa de la Revolución estallada un mes antes, nuestro Héroe Nacional estaba convencido de que la guerra era la única vía para lograr independencia y posteriormente consolidar la nación bajo el precepto de “con todos y para el bien de todos”.

Precisó en el documento la necesidad imperiosa de “... Conocer y fijar la realidad; componer en molde natural la realidad de las ideas que producen o apagan los hechos, y la de los hechos que nacen de las ideas... ”

Tal precepto, fundamentado junto a otros postulados, tienen la solidez de una base asentada en su larga estancia en los Estados Unidos (1880 – 1895), la que le dio, además, la posibilidad de percibir con toda claridad la interrelación de intereses entre expansionistas norteamericanos y anexionistas cubanos como el principal obstáculo para derrocar al colonialismo español, no para que prevaleciera este régimen colonial, sino para dar tiempo a que el Norte pudiera extender sus tentáculos sobre nuestra Patria, y el resto de América, comentado en carta a su amigo Gonzalo de Quesada, de octubre de 1889: “Y una vez en Cuba los Estados Unidos ¿quién los saca de ella?”.

Con anterioridad, el 23 de marzo de 1894 Martí escribía en Patria su artículo “La verdad sobre los Estados Unidos” con el que inauguraba una sección permanente bajo el título de “Apuntes sobre los Estados Unidos”, con el objetivo de exponer en sus páginas “...el carácter crudo, desigual y decadente... y la existencia en ellos, de todas las violaciones, discordias, inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos”.

Pero mucho antes, en julio de 1888 se preocupó por que las publicaciones de la época que circulaban y llegaban a “los lectores sencillos y la juventud impresionable” con descripciones sobre EE.UU. presentadas como “la casa de las maravillas y la flor del mundo... una falsa golosina... que la pintan de miel y oro”.

Pocos cubanos como él conocieron de cerca a este pueblo, y como le he escuchado decir y ha escrito el Dr.C Pedro Pablo Rodríguez, en sus crónicas sobre este país está proscrito un periodismo de opinión en el que tienen cabida la admiración por los progresos sociales y técnicos, por su gente, y a la vez, un crítico certero de las ambiciones desmedidas y las intolerancias, algo que pudo hacer por el estudio y el conocimiento de ese país, lo que le permitió sentenciar, vísperas de su caída en combate el 19 de mayo de 1895, : “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”.

Aprender de Martí debe ser asunto cotidiano; es preciso traspasar las barreras de recitaciones memorizadas y frívolas de sus versos sencillos, y adentrarse en la raíz de la historia de las relaciones entre nuestro país y el norteamericano a través de su acertada visión, contextualizada en los días que corren y por los acontecimientos que se van sucediendo, que a mi entender, puedo sintetizar con claras y vigentes advertencias, como para hoy, en su artículo ¿A los Estados Unidos? Y en el propio Manifiesto... respectivamente:

“ El frívolo se contenta con las impresiones, sobre todo si son de su agrado o concuerdan con su disposición personal...” y “No nos maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad a la amistad ”

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