CAMAGÜEY.- Martí, confiado y sin reservas acudió a la gente más humilde, especialmente a los tabaqueros cubanos exiliados en Tampa y en Cayo Hueso, entre los que encontró enraizado un sentimiento patriótico más profundo que en los propietario, con la convicción de que todas las pugnas y discrepancias eran insignificantes ante la imperiosa necesidad de lograr la independencia de Cuba.

Llevar adelante la Revolución, aprobar un nuevo programa de lucha, recaudar los fondos necesarios para sufragar una contienda armada, eran tareas muy difíciles, pero había que enfrentarlas. Así, de manera consagrada y paciente, nuestro Héroe Nacional decidió unir a los cubanos bajo una dirección: el Partido Revolucionario Cubano.

Para fortalecer los clubes del exilio viajó a muchas ciudades, pronunció discursos vibrantes, demostró la importancia de aprovechar la experiencia de la guerra anterior para no incurrir en los mismos errores, exaltó el valor de sus curtidos veteranos y reclamó de los más jóvenes lo importante de incorporar a la causa toda su energía y frescura.

Nuestro Héroe Nacional había comenzado a preparar una nueva etapa de la gesta independentista y con ella las bases de la futura República: con todos y para el bien de todos.

Para conquistar estos objetivos era necesario crear un instrumento rector con características especiales, recio y flexible al mismo tiempo, conductor de una línea revolucionaria clara y precisa que adoptara formas organizativas nuevas, nacidas de una concepción peculiar del partido político y adaptadas a nuestras las circunstancias de Cuba.

Las Bases del Partido Revolucionario Cubano, dadas a conocer el 5 de enero de 1892, quedaron definidas en siete artículos, además de delinear el objetivo unitario que con su creación se perseguía, definía además el carácter de la guerra, (...) generosa y breve encaminada a asegurar en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla(...)

No escaparon a las Bases la fundación de un pueblo (...) en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud (...)

Finalmente apuntaba el documento:

(...) El Partido Revolucionario cuidará de no atraerse, con hechos o declaración alguna indiscreta durante su propaganda, la malevolencia o suspicacia de los pueblos con quienes la prudencia o el afecto aconsejan o impone el mantenimiento de relaciones cordiales (...)

De esa concepción martiana surge el Partido Revolucionario Cubano, proclamado el 10 de abril de 1892, como homenaje al nacimiento de la República de Cuba en Armas 13 años antes.

En lo adelante, sería el Partido Revolucionario el que, como representante de todos, orientaría al pueblo en la preparación de la lucha; con él se aseguraba el mando en el nuevo intento independentista.

No faltaron opositores a la fundación del PRC, más de un intelectual esgrimió el criterio de que aquella organización era una creación personal, aislada, puesto que, argumentaban, “a Martí se le seguía aunque no se le entendía”, con lo que negaban sus dotes de organizador e ideólogo.

Los veteranos de la Guerra de los Diez Años, especialmente Máximo Gómez y Antonio Maceo entendieron la necesidad de, dadas las condiciones de ese momento, contar con el consentimiento de las masas para poder llevar adelante la nueva etapa de lucha.

Nuestro Héroe Nacional se valió del periódico Patria para (...) quitar de la verdad los andrajos de la ignorancia (...) y hacer públicas las realidades que confrontaba la nación, a modo de que se comprendiera con toda claridad la necesidad del papel del Partido como elemento unificador para llevar adelante la Guerra Necesaria.

Era indispensable que se tuviera conciencia de que el PRC representaba un cambio cualitativo en la forma de luchar. Con él, el movimiento independentista cubano dejaba atrás su fase primitiva y elemental de agrupación tras un caudillo, un grupo específico o una asociación local, para entrar en una nueva situación histórica, con una formación ordenada sobre la base de un proyecto enraizado en los problemas vigentes y en la historia revolucionaria precedente.

Se renovaban las concepciones políticas del ´68, la voluntad independentista nacional entraba en un período de cohesión; y se iba más allá de asociar las disposiciones dispersas en una dirección única, para llegar mediante su conjunción a una segunda etapa de reorganización del país sobre bases de equidad y respeto al ser humano.

José Martí fundaba un Partido progresista, con sentido de un centralismo democrático diferente al carácter elitista y burocrático de los partidos burgueses de la colonia, el Unión Constitucional y el Autonomista.

Éste, el Revolucionario, se afiliaba el proletariado, y desde ese momento quedaba rota la tradición anarquista de abstencionismo político predominante en el movimiento obrero. Levantado sobre una concepción político social integral, se encaminaba a liquidar el colonialismo español e impedir que fuera suplantado por el estadounidense; reivindicaba el derecho de representar a la nación cubana en su empeño de proclamarse como soberana.

Justamente aquí, en el acto por el Centenario de la caída en combate Ignacio Agramonte, el 11 de mayo de 1973, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro afirmó que Martí había hecho un Partido... en el cual podemos ver el precedente más honroso y más legítimo del glorioso partido que hoy dirige nuestra Revolución: el Partido Comunista de Cuba.

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