LA HABANA.- Una de las recordadas victorias del mayor general Ignacio Agramonte Loynaz en Camagüey, al centro-este de Cuba, durante la guerra por la independencia, fue la carga del Cocal del Olimpo el 7 de mayo de 1873, tras cinco años de contienda.

Ignacio Agramonte y Loynaz (1841-1873), mayor general del Ejército Libertador cubano, uno de los líderes más sobresalientes de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), organizó la célebre caballería camagüeyana, al frente de la cual alcanzó grandes victorias contra las tropas colonialistas españolas.

La caballería camagüeyana se había convertido en una de las principales armas del Ejército Libertador cubano; contaba con campamentos fijos, talleres para reparar armas, confeccionar sillas de montar y muchos de los elementos necesarios para la lucha.

Todas las huestes revolucionarias camagüeyanas estaban en operaciones en la primavera de 1873. Su cuerpo principal, una división de unos 150 jinetes, se dirigía el 7 de mayo a la periferia de la ciudad de Santa María del Puerto del Príncipe.

A las puertas de la capital provincial, el Mayor, nombre de guerra con el que era identificado Agramonte, buscaba desafiar al enemigo en uno de sus puntos fortificados: la columna mambisa llegó cerca del cuartel español de Molina y los guardias hicieron una salida aceptando la provocación.

La unidad ibérica estaba compuesta por unos 80 hombres de infantería y caballería, fuerza atacada por la fogueada tropa agramontina, y luego de breve combate se vio obligada a retirarse a su fortín, no sin antes dejar diez cadáveres sobre el campo.

Enterado el coronel español Leonardo Abril del atrevimiento de los insurrectos, partió en su persecución; su escuadrón de 120 hombres se reforzó con los jinetes sobrevivientes de la reciente acción de Molina, buscando el desquite y siguieron el rastro del Mayor pensando sorprenderlo por la retaguardia.

Esta unidad de húsares, el Regimiento de La Reina, era una de las más poderosas del Ejército español de Operaciones en Cuba, además de estar bien armados, entrenados y municionados.

Dos prácticos los guiaran por las claras huellas que iban dejando los cascos de los aparentemente inadvertidos mambises que iban hacia la finca El Rosario, uno de sus sitios de aguada.

El Mayor nunca descuidaba las precauciones del arte militar, en el cual era un verdadero maestro; estudió a los clásicos del arte bélico, fue un profundo conocedor de las mayores batallas de la Historia y por eso tenía exploradores a los flancos, para evitar un golpe de mano de los colonialistas.

La extrema vanguardia hispana se encontró con estos mambises de la descubierta y los disparos a retaguardia sirvieron como alerta a los cubanos; el Mayor advirtió como a lo lejos se presentaba el enemigo cargando sable en mano a pleno galope por el centro del Cocal del Olimpo.

Los camagüeyanos hicieron una descarga mientras giraban sus cabalgaduras de cara a los atacantes. El Mayor ordenó al teniente coronel Henry Reeve: "corneta, toque usted degüello", levantó su machete y cabalgó hacia adelante, seguido de un aluvión de jinetes.

El arranque y la acometida fueron tan pujantes que cayó por tierra la primera fila de los rivales; el callejón del Cocal del Olimpo resultaba estrecho para los 300 jinetes que se disputaban la victoria luchando al arma blanca en una pelea sin cuartel.

Los cubanos se movían con tal ímpetu que obligaron a los españoles a volver bridas, pero los de la bandera roja y gualda se reagruparon para oponer renovada resistencia; la refriega duró varios minutos más, pero la mayoría de los caídos eran del bando colonial.

A pesar de llevar la peor parte, los oficiales españoles trataron de mantenerse firmes y realizaron un último intento de contener el empuje del contrataque cubano; esfuerzo inútil, fueron batidos en toda la línea y obligados a emprender la retirada, perseguidos hasta uno de sus fortines cerca de la ciudad.

La especie de calzada que cruzaba el Cocal del Olimpo quedó ocupada por cabalgaduras sin jinete corriendo al azar, los cuerpos de varias decenas de caídos, armas desperdigadas por el suelo y los combatientes cubanos; estos se ocuparon de atender a los heridos y recoger el abundante botín de guerra.

Las bajas españolas fueron elevadas: 47 muertos y 12 heridos, un desastre para el hasta horas antes magnífico Regimiento de la Reina, cayeron su jefe, el coronel Leonardo Abril, dos capitanes y un alférez. Los cubanos solo perdieron dos hombres y tuvieron varios heridos leves.

El botín obtenido fue abundante: 48 rifles, cuatro revólveres, dos mil 600 cápsulas, 47 armas blancas, 40 caballos, monturas, equipos, ropas, los documentos de la unidad vencida y la bandera. Se distribuyó entre la tropa en el camino entre el Rosario y el caserío San Pablo.

Sobre la carga del Cocal del Olimpo Agramonte escribió en su Diario de Operaciones: "el comportamiento de los nuestros fue brillante, habiendo sobresalido el Teniente Coronel Henry Reeve, por su denuedo en ambos combates". Se destacaron además el Comandante Mola, el alférez Tomás Rodríguez, el capitán Roa, el teniente Villegas y el soldado Sánchez.

Hoy se cumplen 146 años del Macheteo del Cocal del Olimpo, nombre con el cual se conoce esta hazaña del mayor general Ignacio Agramonte y sus invictos centauros, allí se demostró una vez más la calidad de la caballería cubana, reflejo del espíritu de lucha de un pueblo en busca de la redención nacional.

* Profesor de Historia del Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicadas, Universidad de La Habana (InSTEC-UH). Colaborador de Prensa Latina.