El 30 de abril de 1896, tropas libertarias comandadas por el Lugarteniente General Antonio Maceo infringieron una sonora derrota a una avanzada militar española, superior con creces en soldados y armamentos, en el enclave occidental de Cacarajícara, una elevación cercana al poblado pinareño de Bahía Honda, donde radicaban un campamento y hospital mambí.

Desde entonces, la singular hazaña de Maceo y los patriotas que lo seguían pasó a la historia no solo como muestra de valentía y heroísmo, sino también como una lección de altura más, de las tantas que diera el genio militar brillante del Titán de Bronce, y de la capacidad del Ejército Libertador, a solo tres meses de su salida del histórico Mangos de Baraguá, en el Oriente cubano, a extender la Guerra Necesaria hacia Occidente.

Lo cierto es que Maceo incursionaba con gran avance por todo el Occidente, se había comprometido con Gómez a llegar hasta Mantua, mientras el general en Jefe de la guerra hacía lo mismo en el centro y hacia el Oriente. Algo que crispaba al mismísimo Valeriano Weyler, al frente del mando colonial con singularidad brutalidad y mano dura.

Cacarajícara tenía excelentes condiciones naturales para resguardar a los mambises: bosque espeso, elevación del terreno, cuevas y un río de fondo. Pero allí el General solo tenía 25 hombres de guardia en el lugar el día de los hechos.

Jornadas antes, el 27 de abril, Maceo fue avisado de que la primera y finalmente única expedición de apoyo a la contienda en esa región se visualizaba en la cercana playa Mulata, a su arribo a costas cubanas.

Con otros hombres beligerantes en la zona fue a apoyar el desembarco de la ayuda, transportada en la goleta Competidor, ya detectada y atacada por el fuego peninsular. Pero la perspicacia de Maceo lo hizo sospechar que la fuerza del general hispano Julián Suárez Inclán se dirigiría mayoritariamente al enclave de Cacarajícara, pues este estimaba bien su importancia estratégica para los criollos.

En el navío, además de armas y municiones, venían 45 hombres a sumarse a la beligerancia cubana. Buena parte del cargamento se perdió en el azaroso desembarco.

De regreso de la playa Mulata, con los alijos que pudieron salvar a la carrera bajo los tiros enemigos, Maceo enfrentó decididamente al destacamento de Suárez Inclán, compuesto por mil hombres, en infantería, caballería y artillería, con una ingeniosa emboscada de fuego cruzado de tiradores insurrectos dominantes del enclave desde la elevación.

El General Maceo desplegó entonces su astucia y experiencia e hizo cumplir un plan.

Las huestes del Ejército Libertador sumaban unos 170 hombres, pero el Titán atacó por sorpresa, acorralando al enemigo con el favor del accidente geográfico. De todas formas, el jefe español era diestro, valiente y sabía hacer lo suyo. Contaba con la superioridad en número y pertrechos, lo cual puso extremadamente difícil la situación para los hombres de la contraparte.

Un giro determinante a la situación, a favor de los heroicos mambises lo dio la llegada del refuerzo encabezado por el General de División Juan Eligio Ducasse Revee, con 150 hombres y los 10 mil tiros salvados de la expedición. Con ello y la bravura con la cual combatieron los patriotas, la victoria cubana resultó una realidad.

El General de División José Miró Argenter describió en sus apuntes que los soldados enemigos caían como el trigo segado y el general Suárez Inclán pudo escapar a duras penas rumbo a Bahía Honda, con la baja de más de 200 soldados, por muerte y heridas, en tanto el Ejército Libertador solo tuvo cinco fallecidos y 13 mambises lesionados.

El lugar del combate- Cacarajícara- fue declarado Monumento Nacional el 27 de enero de 2015.

La metrópoli quiso anunciar el combate de Cacarajícara como una victoria española, pero no pudieron sostener la mentira. Los hechos se encargaron de imponer la verdad fehacientemente. En primer lugar, no pudieron lograr el objetivo de tomar la plaza comandada por el General cubano. Y además…

El propio ferrocarril de la época constituyó el medio en que llegó un mensaje demoledor al Gobernador General Valeriano Weyler, tristemente célebre más adelante por la criminal Reconcentración de que hizo víctima al humilde pueblo cubano, habitante de los campos.

Enseguida se regó la noticia del triunfo de los mambises, pues los heridos y muertos colonialistas tuvieron que ser enviados a La Habana por la vía férrea y por muchos poblados pasó la fúnebre y maltrecha carga.

Maceo siguió operando en el Occidente del país, como había acordado con Máximo Gómez, en reunión sostenida con él en marzo. La guerra necesaria continuaba, prendiendo la llama de la lucha y el combate, de la insurrección, por todo el país.

Gómez y sus tropas se desplazaban airosamente, dando golpes desestabilizadores, en el centro, en la antigua provincia de Las Villas.

Dicen que Maceo disfrutaba mucho con la alusión de su victoria en Cacarajícara, e incluso creó un juego de palabras para bromear de manera criolla con el toponímico del hoy sitio sagrado e histórico. Era su manera de ironizar con la patética estampida de la fuerza española.

Lamentablemente, el Titán de Bronce cayó en combate el siete de diciembre de ese propio año en Punta Brava, lo cual devino una pérdida irreparable para la causa y para la vida personal, por partida doble como se sabe, de su compañero de brega, el Generalísimo Gómez. Dejó una huella profunda e indeleble en la historia y en el alma cubana.