Manuel Sanguily Garrite, quien alcanzó el grado de coronel del Ejército Libertador en la Guerra de los 10 años contra el dominio colonial (1868-1878), además de patriota, fue un intelectual brillante y un político honrado que dejó profunda huella en la historia nacional.

Nació en La Habana el 26 de marzo de 1848, en el seno de una familia de emigrantes franceses, y murió en la misma ciudad el 23 de enero de 1925, con la impronta de haber batallado casi durante toda su vida por causas justas y al servicio de la Patria.

Integró la legendaria caballería camagüeyana al mando de Ignacio Agramonte y tuvo el honor de estar entre los clásicos del periodismo cubano, algo no suficientemente recordado en tiempos actuales. Pero el ejercicio del periodismo constituyó una de las facetas, en la cual su intelecto y profunda ética se mostraron incansables y descollantes en su tiempo.

Se probó, además, como político, escritor, militar y orador cubano. Licenciado en Derecho en su juventud, desde temprano fue redactor y colaborador de la Revista Cubana y fundador de su similar Hojas Literarias (La Habana 1893-94), de la cual resultó director. No le bastó: fue un ensayista connotado, en cuya obra descuellan Discursos a la emigración cubana (New York, 1877); Los Caribes de las Islas, estudio crítico (Habana, 1884) y Un insurrecto cubano en la Corte (Habana, 1888).

Solo son algunos. En ese género, sus juicios y su prosa se valoran de notablemente brillantes y definitorios.

Su prestigio como intelectual le hizo ganar el mérito de estar entre los fundadores de la Academia de Historia de Cuba en 1910, junto a una pléyade de nombres ilustres como Enrique José Varona, Juan Gualberto Gómez, Fernando Ortiz, José Miró Argenter, Juan Miguel Dihigo, Enrique Collazo y Ramón Roa.

Antes de pasar a datos puntuales de su vida, hay que remarcar su vertical posición contra el hegemonismo estadounidense, al votar con valentía contra del Tratado de Reciprocidad Comercial con Estados Unidos de 1901, impuesto a la fuerza por la potencia, al igual que la Enmienda Platt, después de su intervención militar y ocupación de Cuba.

Batalló y polemizó en el Senado, pues el mambí estaba en pro del equilibrio comercial y la apertura internacional de la Isla, mientras que sus oponentes se inclinaban o cedían ante las presiones de Washington, en el camino de sometimiento que el imperio inicia para Cuba y América Latina desde entonces.

Estuvo entre los patriotas opuestos al entreguismo y al acatamiento de los designios de una nación poderosa, empeñada en cercenar para siempre la libertad ganada por los cubanos en su última campaña.

Ese insigne coronel mambí, forjado en tiempos de la Guerra de Independencia junto al Mayor, y también bajo las órdenes de los probos y avezados estrategas Máximo Gómez y Antonio Maceo, no podía ser de otra manera.

En su haber como soldado en campos de combate cuentan medio centenar de acciones militares y se destacó en combates tan significativos como los de La Sacra, Palo Seco y la batalla de Las Guásimas.

Formó parte de la delegación del alto mando que acompañó a Gómez en el encuentro que sostuvieron con el mayor general Vicente García, en el enclave nombrado Loma de Sevilla, Camagüey. El asunto era el tema conocido como la sedición de Lagunas de Varona, en la cual García estaba implicado.

El 16 de enero de 1877 salió junto a su hermano Julio, del que era entonces ayudante, a cumplir una misión fuera del país, para reforzar el apoyo a la causa cubana desde el exterior con la organización de expediciones armadas. Primero pernoctó en Jamaica y de ahí siguieron  rumbo a Nueva York.

Durante su estancia en la ciudad norteña los sorprende el Pacto del Zanjón y el posterior fin de la guerra, pese a la posición vertical contraria, manifestada de forma valiente, del Lugarteniente General Antonio Maceo.

El estallido de la Guerra Necesaria organizada por José Martí, ocurrido el 24 de febrero de 1895, hizo reverdecer los laureles de su patriotismo, nunca acallados. De Cuba se dirige a Tampa y más tarde siguió a Nueva York, donde realizó numerosos contactos organizativos en puntos de reunión de la emigración cubana para apoyar a la revolución continuada por evocación del Apóstol.

Pero puede volver definitivamente a su terruño en octubre de 1898, donde fue investido como delegado del Segundo Cuerpo de Ejército a la Asamblea de Representantes de Santa Cruz del Sur.

La nación, con la independencia muy pronto frustrada, hervía de indignación por el ultraje de la intervención estadounidense en los finales de la contienda, etapa llamada de manera insultante la Guerra hispano-estadounidense, con menosprecio a la participación y protagonismo de los cubanos en su genuina gesta libertaria.

Durante el período de la intervención militar norteamericana dirigió el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana.

Después de desempeñar cargos administrativos de importancia en diferentes gabinetes de Gobiernos, se retiró de la política activa en 1917 y murió de causas naturales ocho años más tarde.