El ejército español a mediados del siglo XIX era uno de los más competentes del mundo y heredó la tradición de los combatientes que diezmaron a las fuerzas invasoras napoleónicas en España (1808-1814),que incluyó ataques sorpresivos contra las columnas en marcha  utilizando esencialmente armas blancas.

Era así que hacían uso de las populares navajas e instrumentos de trabajo de los campesinos que nutrieron las filas de los soldados que libraron la guerra por la independencia hispana en esa época.

Pero 60 años después, ese ejército en su papel colonialista en Cuba, a su vez era derrotado por las tácticas de combate parecidas aplicadas por los esclavos negros y campesinos sublevados contra la dominación extranjera, junto a ricos terratenientes que prefirieron sacrificar su riqueza y la vida si fuera necesario por la independencia.

Aquellos primeros insurrectos, liderados por Carlos Manuel de Céspedes, se levantaron en La Demajagua el 10 de octubre de 1868, sin reparar en la inmensa desproporción de fuerzas contra el enemigo peninsular que en pocos meses reunió en su más preciada colonia 100 mil soldados para enfrentar a los mambises, quienes estaban pertrechados esencialmente con el único instrumento que casi nunca faltaba, el machete utilizado en las labores agrícolas.

Parecía que las peores predicciones para los insurrectos se harían realidad el 11 de octubre en Yara, donde una columna ibérica se emboscó en los accesos del pueblo y recibió con un cerrado fuego a los cubanos que venían a tomarlo y les infringió la primera derrota.

Recoge la historia que solo quedaron junto a Céspedes 11 combatientes y ante una expresión derrotista respondió alzándose sobre los estribos de la cabalgadura: “aún quedamos doce hombres, ¡Bastan para hacer la independencia de Cuba”! y pocos días después los patriotas reagrupados tomaron Bayamo.

Aunque el combate más importante para el futuro de la Revolución se libraría el 26 de octubre de 1868, hace 150 años, dirigido por el entonces sargento mambí Máximo Gómez, quien recibió la orden de Céspedes de emboscar a una columna de 700 hombres.

El futuro Generalísimo escogió un lugar nombrado Tienda del Pino de Baire, aproximadamente a un kilómetro por el camino vecinal al oeste del poblado de igual nombre, para emboscar a ambos lados a unos 40 combatientes de infantería con el mandato de hacer fuego a su orden y atacar con los machetes.

La columna hispana estaba dirigida por el coronel Demetrio Quirós Weyler, que venía de Santiago de Cuba hacia Bayamo, y cuando su vanguardia entró en la emboscada Gómez salió al camino e inició el asalto al machete contra los espantados jinetes e infantes que sufrieron gran cantidad de muertos y los que se salvaron huyeron hacia Baire.

Se había realizado por primera vez la carga al machete contra las fuerzas colonialistas.

El jefe español regresó a Santiago de Cuba con menos de 233 soldados, lo cual desmoralizó a las tropas colonialistas que por primera vez enfrentaban tan desastroso tipo de ataque contra el cual las normas de combate no eran una defensa muy efectiva.

Los mambises no tardaron en asimilar y enriquecer la carga al machete enseñada por Máximo Gómez, que se convirtió en la forma de ataque más utilizada por los cubanos, quienes generalmente iban al combate sin armas de fuego o con escasas municiones, lo que hacía muy difíciles los enfrentamientos tradicionales.

Antonio Maceo y su hermano José, Calixto García y otros futuros jefes militares fueron alumnos aventajados de Gómez. Mientras en el Camagüey, el Mayor Ignacio Agramonte, organizó la caballería que hizo legendarias las cargas al machete.

El conocido toque a degüello desde entonces se convirtió en el terror de los contingentes peninsulares, ante lo cual la formación defensiva de los cuadros erizados de bayonetas resultaban incapaces de frenar los ataques de la caballería cubana.

La carga al machete fue la base de la táctica de combate de los mambises durante las guerras de independencia y significó un ejemplo de su voluntad de lucha y creatividad. Así enfrentaron con éxito al ejército español enviado a miles de kilómetros de su país a defender una causa injusta, muy diferente a su época de gloria, cuando hizo historia por liberar a su patria del yugo extranjero francés.