"Nuestra Revolución es una Revolución, y esa Revolución comenzó el 10 de octubre de 1868"Octubre 1868:

Fidel Castro Ruz, 10 de octubre de 1968

La Revolución Cubana, iniciada hace 150 años tiene carácter ininterrumpido, criterio que se fundamenta en las manifestaciones independentistas anteriores al estallido del 10 de Octubre de 1868, momento histórico que trazó el rumbo definitivo para los movimientos de liberación nacional en nuestra Patria.

Sería injusto obviar en este análisis las diferentes posiciones ideológicas que motivaron a los criollos a enfrentar la ocupación española.

La primera mitad del siglo XIX cubano marcó la determinación de la clase esclavista, fundamentalmente los terratenientes con rasgos y proyecciones burguesas, para la búsqueda de fórmulas encaminadas a resolver sus problemas económicos, políticos y sociales, unas veces por la línea reformista (1720-1820; 1830-1837; 1860-1867) otras mediante el anexionismo a los Estados Unidos (1845-1850) sin restar peso al independentismo propugnado por el sacerdote Félix Varela entre 1820 y 1830 quien en ese tiempo no consiguió la aprobación de la referida clase social dado su marcado sentido de que Cuba debía ser tan isla en su forma de gobierno como lo era geográficamente sin el concurso de otra nación para lograrlo, y con la igualdad social de todos sus moradores.

Fracasado el último de los intentos reformistas, en la primera mitad de la década del ‘60 una gran cantidad de cubanos de las provincias de Oriente, Camagüey y Las Villas, sobre todo integrantes del sector más avanzado de los criollos ricos, se involucraron en una conspiración por la definitiva independencia.

La agudización de las contradicciones colonia-metrópoli no daban margen a otra opción.

Es así que, bajo la dirección de los más lúcidos y radicales de los referidos terratenientes, estalló la primera guerra por nuestra liberación nacional.

En las condiciones de la sociedad de esta época,Octubre 1868: la rebelión de los amos significaba la rebelión de los esclavos, el primero no podía liberarse si no lo hacía antes con los segundos.

Es así cómo se explica que la gesta independentista estallara en Oriente, en tanto en Occidente se hiciera más resistencia por el temor que inspiraba a los ricos terratenientes la pérdida de sus riquezas, al ser esta la región donde se concentraba poco más del 40 % de los esclavos de todo el país.

Oriente, era el territorio que menos esclavos tenía, 19 %; seguido de Camagüey 21% y Las Villas un 25 %, de ahí que fueran estas tres las regiones implicadas. La contradicción social evidente entre los terratenientes de ambas regiones del país, derivó posturas diferentes frente al problema de la independencia.

El 10 de octubre de 1868 se alzaron los orientales encabezados por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua; el 4 de noviembre lo hicieron los camagüeyanos en Las Clavellinas y el 6 de febrero del siguiente año lo hicieron los villareños.

Es importante tener en cuenta que, como ya hemos apuntado, si bien en Occidente la burguesía no secundó la guerra, las capas sociales más humildes de la población de esta región no perdían oportunidad de manifestar su adhesión a la causa.

Como apuntamos anteriormente, las fuerzas motrices de la Guerra de los Diez Años, como se denominó a esta contienda por el período de duración, estaban constituidas por los representantes más radicales de los terratenientes cubanos, como clase dirigente, secundada por las demás capas que sentían sobre sus espaldas la explotación de la metrópoli, principalmente la gran masa campesina y artesanos de la parte oriental y central de la Isla, integrada mayoritariamente por negros y mulatos libres, por la masa de esclavos que obtenían su liberación producto de la guerra.

En el plano de liderazgo, fueron Céspedes e Ignacio Agramonte los principales representantes de las concepciones democráticas Octubre 1868: e independentistas con tal fuerza y originalidad que posibilitaron el paso para una evolución posterior al pensamiento revolucionario cubano.

Céspedes, además de un fuerte temperamento, tenía firmes convicciones personales; para él la unidad de la Revolución y el principio de la disciplina debían sobreponerse a cualquier otra consideración, de lo que existen múltiples ejemplos.

Agramonte se distinguió por sus extraordinarias dotes de educador y organizador militar. Durante su mando fueron famosos sus talleres de todo tipo para abastecer y sostener las fuerzas camagüeyanas, disciplinó y entrenó tanto a la infantería como a la caballería de las regiones del Camagüey y Las Villas, impregnó en sus hombres un gran espíritu de combate y los capacitó para la lucha.

“De Céspedes el ímpetu y de Agramonte la virtud”, dijo Martí, a lo que acotó Fidel “aunque hubo también mucho ímpetu en Agramonte y mucha virtud en Céspedes”.

También quedaron recogidos en nuestra historia aciertos y contradicciones, momentos de unidad y de disparidad, sobre todo, porque no siempre hubo similitud de criterios en torno a cómo dirigir la Revolución, y algo muy importante, mientras en el centro y oriente del país se peleó heroicamente, en Matanzas, La Habana y Pinar del Río, donde estaba los mayores ingenios de Cuba, los grandes propietarios de tierras y de esclavos se mantuvieron al lado del poder colonial español.

A los hombres antes mencionados es preciso añadir a Máximo Gómez Báez, dominicano ejemplo de internacionalismo, quien magistralmente supo llevar adelante la contienda; Antonio Maceo, quien recibió el apelativo de Titán de Bronce por la bravura y valentía mostradas desde los primeros días de combate.

Llegado el año 1878, el Gobierno español, consciente de su incapacidad para derrotar a los insurrectos, comenzó a maniobrar con promesas de paz, que poco a poco fueron fructificando luego de un decenio de lucha, hasta que el 10 de febrero de 1878 un grupo de jefes revolucionarios accedió a pactar la paz sin independencia y sin abolición de la esclavitud en eOctubre 1868: l Zanjón.

Precisamente es Maceo uno de los que no se detiene en la lucha y protagoniza la más sobresaliente página de intransigencia con su Protesta de Baraguá el 15 de marzo siguiente, hasta que no tiene otra alternativa que marchar al exilio ante la inminencia de una muerte que en ese momento sería totalmente inútil.

A la denominada Guerra Chiquita, entre el 24 de agosto de 1879 y el 3 de diciembre de 1880, sin que llegara a ser un suceso de carácter nacional y concentrada en varios alzamientos que se sucedieron indistintamente en los territorios de Oriente y Las Villas, bajo el liderazgo de Calixto García, con la impronta del inicio del liderazgo de José Martí como organizador de la Guerra Necesaria, y así continuar el proceso histórico revolucionario que inspirara a la Generación del Centenario, con Fidel Castro al frente, como el más aventajado de sus discípulos en la consolidación, junto al pueblo de Cuba, de nuestra única Revolución.