El 16 de julio de 1898, el mando español de la zona oriental durante la Guerra Hispano - Cubano - Norteamericana firmó en Santiago de Cuba la rendición ante el general jefe de las fuerzas estadounidenses, sin representación del Ejército Libertador cubano, que durante 30 años luchó contra el colonialismo hispano e hizo posible el desembarco del ejército del Norte.

Un día después, el 17 de julio, entraron en Santiago las tropas estadounidenses, que prohibieron hacer lo mismo a los insurrectos cubanos.

De esa forma el general William Shafter cumplió con las orientaciones de Washington de desconocer a las instituciones independentistas cubanas, a pesar de que fue el general Calixto García quien elaboró el plan estratégico del cerco y los combates en San Juan y el Caney, en los cuales siempre los mambises iban a la vanguardia y tuvieron más de 100 muertos entre sus filas.

Uno de los jefes del contingente invasor fue el entonces teniente coronel Theodore Roosevelt, futuro presidente de EE.UU., quien salió tan desmoralizado de los combates en los que los españoles le produjeron a los estadounidenses alrededor de 200 muertos que escribió a un amigo senador para que implorara al entonces mandatario de la Unión que enviara refuerzos para evitar una catástrofe.

En esa situación, altos oficiales estadounidenses además de buscar consejos en Calixto García, inclusive le propusieron encabezar el mando de las tropas en sustitución de Shafter, el cual enfermó y también se mostró espantado por la resistencia española, por lo cual proponía retirar a los lugares de desembarco su ejército de cerca de 16 mil soldados, el triple de las fuerzas contrarias.

El general cubano declinó la propuesta, pero fortaleció la moral y determinación a sus presuntos aliados, al asegurarles que atacaría Santiago con ellos o sin su apoyo.

La destrucción de la flota española del Almirante Pascual Cervera por las fuerzas navales estadounidenses el 3 de julio acabó de sellar la suerte de la plaza militar española de Santiago de Cuba, que capituló pocos días después para abrir paso a la derrota completa de España en Cuba.

Tiempo después, Theodore Roosevelt, olvidando su pavor en las primeras jornadas de combate en Santiago y el papel decisivo del Ejército Libertador en las acciones, escribió:

"Los soldados cubanos eran casi todos negros y mulatos y estaban vestidos con harapos y armados con toda clase de fusiles antiguos.

“Resultaban totalmente incapaces para enfrentar un combate serio o sostenerse contra un número muy inferior de tropas españolas (...) Ellos no desempeñaban literalmente ningún papel, mientras que se volvían una fuente de problemas e impedimentos, y consumían muchas provisiones".

Roossvelt en sus palabras sintetizó los sentimientos de los dirigentes estadounidenses que intervinieron en la guerra independentista cubana para apropiarse del país y librar su primera gran guerra imperialista a costa del decadente imperio español.

Este fue el entramado que llevó al general Calixto García a renunciar a su cargo al frente de las tropas de la región y escribir su famosa carta el 17 de julio de 1898 al general Shafter, en respuesta a la humillación recibida por las fuerzas independentistas y el propio pueblo cubano.

En una parte de su misiva, García le decía a Shafter: Circula el rumor que, por lo absurdo, no es digno de crédito general, de que la orden de impedir a mi Ejército la entrada en Santiago de Cuba ha obedecido al temor de la venganza y represalias contra los españoles.

Permítame Ud. que proteste contra la más ligera sombra de semejante pensamiento, porque no somos un pueblo salvaje que desconoce los principios de la guerra civilizada: formamos un ejército pobre y harapiento, tan pobre y harapiento como lo fue el ejército de vuestros antepasados en su guerra noble por la independencia de los Estados Unidos de América; pero, a semejanza de los héroes de Saratoga y de Yorktown, respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la cobardía.”

Sesenta años después de esos acontecimientos, Santiago de Cuba volvió a ser el epicentro de un nuevo proceso libertador, y nuevamente representantes de los mismos intereses que frustraron el programa independentista martiano, intentaron repetir la historia y escamotear la victoria del Ejército Rebelde y su máximo líder Fidel Castro contra la dictadura pro yanqui de Fulgencio Batista.

Pero como él mismo expresó el primero de enero de 1959, en el centro de esa ciudad, esa vez sí entraron en Santiago los mambises.