A poco más de un año de desembarcar por Playitas junto a José Martí el 11 de abril de 1895, Máximo Gómez se encuentra en junio de 1896 en las llanuras agramontinas y se dispone a fortalecer la disciplina y la organización de las fuerzas independentistas. Como en la guerra grande, dirige una campaña exitosa contra las tropas españolas y será en el potrero de Saratoga donde nuevamente se imponga al enemigo con la misma destreza de siempre, aunque ya tiene 60 años.

En esos días, Miro Argenter escribe “Máximo Gómez conserva inalterables sus aptitudes de batallador y los rasgos típicos de su carácter. (…) Espíritu batallador, modelo vivo de lealtad republicana, luchó diez años contra la iniquidad de los españoles, y nuevamente les plantea el duelo con la arrogancia de un joven paladín”.

El alto mando español desde la fortificada ciudad de Camagüey, al conocer que el jefe del Ejército Libertador cruzó la trocha de Júcaro-Morón, el 26 de mayo de 1896, envió para enfrentarlo una columna de alrededor de dos mil hombres integrada por dos batallones de infantería, un escuadrón de caballería, dos piezas de artillería y fuerzas de traidores guerrilleros.

Pero como siempre Gómez, por medio de su exploración, conoce el movimiento de la columna enemiga que por otro lado es imposible pase inadvertida ante los ojos de los agentes y colaboradores campesinos del mambisado.

Las tropas hispanas, bajo el mando del experimentado general Adolfo Jiménez Castellanos, establecen su campamento en la zona de Saratoga y organizan su defensa con los amplios recursos de logística y armamentos que incluyen como arma fundamental el fusil máuser, modelo 1893, con un alcance de alrededor de mil metros y abundantes municiones, mientras que los cubanos apenas cuentan con 5 disparos por combatiente.

El Generalísimo decide atacar a pesar de las ventajas del enemigo y escribe: “En el potrero Saratoga, a las 4 de la tarde del 11, encuentro acampado al enemigo, que no obstante las magníficas posiciones que ocupa, le ataco con decisión. El enemigo se defiende y en la noche suspendo el ataque general, sin dejarle tranquilo en toda la noche el fuego de mis guerrillas”.

Precisiones sobre estos hechos indican que el combate se libra entre el 9 y el 11 de junio, al determinarse que las fechas del diario de Gómez corresponden a una reconstrucción posterior.

Explica Gómez en su diario que en lo que debe corresponder a la segunda jornada del combate, dura todo el día sin lograr desalojar al enemigo y resume: “He sufrido ya 50 bajas entre muertos y heridos; y de caballos más de 100. La noche ha suspendido otra vez lo reñido del combate y siguen funcionando las guerrillas”.

Los españoles reciben en la última jornada mil hombres más de refuerzo, lo que le permite a la maltrecha columna emprender la retirada y quedan los mambises dueños del campo de batalla y al respecto concluye el Generalísimo en su diario: “No nos atrevemos nosotros a decirlo, pues nos hubiera parecido exagerado, pero lo ha dicho el general español Jiménez Castellanos, jefe de los contrarios: que el combate librado en Saratoga, corre pareja con la Batalla de las Guásimas”.

La victoria cubana significa la consolidación de la guerra en Camagüey, la derrota del sistema de trochas contra el ejército Independentista que las burlan sistemáticamente y es además un rotundo fracaso para el Capitán General Valeriano Weyler, quien sustituye al General Arsenio Martínez Campos para imponer un genocidio contra la población cubana durante la reconcentración, pero sin lograr una victoria militar frente a los cubanos.

Todavía restaba un largo y difícil camino para las armas revolucionarias en 1896, ese año caerían en combate José Maceo el 5 de julio y el Titán de Bronce el 7 de diciembre, pero la Guerra Necesaria organizada por José Martí era ya irreversible y la derrota del colonialismo español era cuestión de tiempo.