Avanzada la tarde del 20 de abril de 1957, un comando de sicarios de la tiranía batistiana ametralló a mansalva y segó la vida de los cuatro jóvenes combatientes revolucionarios Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó, José Machado Rodríguez ( Machadito) y Joe Westbrook, en el edificio de apartamentos ubicado en Humboldt 7, en la céntrica barriada de El Vedado, en La Habana.

Los tres primeros mencionados se encontraban entre los combatientes clandestinos más buscados por la dictadura, luego de su activa participación junto al líder estudiantil José Antonio Echeverría en las acciones del ataque al Palacio Presidencial y a la emisora Radio Reloj el 13 de marzo de ese año. También el joven Westbrook, de apenas 20 años, empezaba a despuntar por su valentía y activa contribución a la lucha.

José Antonio cayó en combate el propio 13 de marzo, pues fue abatido en una calle cuando se acercaba a la Universidad de La Habana.

En los sucesos murieron casi la mitad de los heroicos participantes y no se consiguieron los objetivos estratégicos.

Fructuoso Rodríguez Pérez asumió el liderazgo del Directorio Estudiantil Universitario, organizador de las acciones de apoyo a la lucha insurreccional de la Sierra Maestra, y de la FEU, ante la pérdida de José Antonio.

Junto a otros sobrevivientes, algunos de ellos heridos de gravedad y casi siempre dispersos, con Machadito y Juan Pedro buscaron refugio de la feroz persecución criminal desatada, en casa de amistades que les ofrecieron apoyo al precio de sus vidas.

Siempre unidos cambiaban de refugio cada tres días aproximadamente por motivos de seguridad, y habían llegado en la noche del 19 de abril, víspera del horrendo crimen, al apartamento 201 de Humboldt 7, propiedad de un amigo de Joe Westbrook, donde este pernoctaba. La vivienda había sido muy segura hasta ese momento para el solidario joven, quien la ofreció a sus camaradas.

Esa noche de la llegada recibieron la visita de un supuesto combatiente revolucionario nombrado Marcos Rodríguez, muy amigo de Joe, quien no obstante ignoraba los fuertes resentimientos escondidos en su alma, que lo llevarían poco después a la delación. Se suponía que Joe abandonaría esa misma noche la casa, para refugiarse en la de otro amigo, pero esto no pudo ser y debió regresar.

El delator, conocido como Marquitos, dio la información al connotado asesino Esteban Ventura Novo, según testimonios de quienes aportaron a la investigación de los trágicos sucesos, hacia las tres de la tarde del día 20.

El horrendo hecho que conmocionó no solo a los vecinos del edificio en cuestión, sino a todo el país, ocurrió unos 10 minutos antes de las seis de la tarde. Ningún vecino ni nadie ha podido olvidar los atroces acontecimientos.

Los cipayos llegaron en varios patrulleros al lugar, rodearon y casi tomaron el inmueble y rompieron a patadas la puerta del apartamento donde estaban los cuatro jóvenes desprevenidos e inermes. Marcos les había dado la dirección exacta y conocían imágenes de los revolucionarios.

Aun así, pudieron escapar por una estrecha ventana de la cocina, al piso inferior. Fueron a dar al apartamento de su vecina del 101, quien asustada ante su irrupción inesperada, gritó involuntariamente.

Dicen que Fructuoso le dijo que no temiera por ellos, que eran los buenos.

Joe se quedó con ella, sentado en su sala como un visitante y los otros salieron. Carbó Serviá se separó de los otros dos y se dirigió hacia el elevador, a donde no pudo llegar, pues fue interceptado ante su puerta, cerca de las escaleras y ametrallado con saña. En tanto, Fructuoso y Machadito corrieron al final del pasillo y por la ventana que daba al fondo se lanzaron hacia abajo.

Cayeron por separado a dos estrechos pasillos, sellados por puertas de hierro con candados, al costado del edificio. La altura de unos ocho metros aproximadamente hizo que Fructuoso yaciera inconsciente, en tanto Machadito por su parte hacía esfuerzos desesperados por levantarse, lo cual no consiguió por tener los dos tobillos quebrados.

Por las rejas fueron ultimados con ráfagas de las Thompsons, aunque antes Machadito les había dicho que no estaban armados.

Fructuoso Rodríguez, quien tenía 24 años, estudiaba Agronomía, estaba al frente no solo del Directorio diezmado sino también de la FEU. No había renunciado de ningún modo a la lucha y aún obligado por la persecución a esconderse a la espera de mejores condiciones, no dejaba de conspirar.

Lo prueba una carta que había escrito en nombre de la FEU a la dirección de la Universidad, manifestando varios reclamos.

Juan Pedro Carbó Serviá, de 31 años, aunque ya graduado de Veterinaria siguió muy vinculado a sus compañeros de lucha en los claustros estudiantiles. José Machado Rodríguez, de 24 años, estudiaba Ciencias Sociales, y también como los dos primeros tenía un destacado historial combativo como dirigente del Directorio. El bisoño Joe era un joven soñador y tan puro en sus ideales y vida como ellos.

En el año 1964 existieron las condiciones para profundizar en las investigaciones del suceso y juzgar al delator, quien fue condenado a muerte. Lamentablemente la justicia revolucionaria no pudo llegar al monstruo Ventura Novo, quien huyó prestamente a Estados Unidos, al triunfo de la Revolución.

Allí fue bien recibido, como suponía, y vivió tranquilamente hasta edad avanzada. Estuvo entre los que hicieron reclamos económicos al gobierno cubano amparado por los “derechos” inaceptables que asumía le daría la ley Helms-Burton. Terrible equivocación la suya, pues aunque lo pusieron a salvo sus entrenadores y amigos, la barbarie aquí no ha de volver.