El día 19 de abril de 1961, el estado mayor de la brigada invasora, desde su última posición en Playa Girón, envió un mensaje radial al jefe de la Operación de la CIA, en el cual aseguró que resistían el avance de las fuerzas cubanas, lo que vislumbró para algunos imaginativos oficiales estadounidenses la posibilidad de una inmolación gloriosa, pero pronto salieron de ese imaginario al ocurrir la rendición masiva encabezada por los propios jefes mercenarios.

Para los responsables de la Operación Pluto que encubrió la invasión, no pudo ser una sorpresa este fin. Según testimonios utilizados por el investigador estadounidense Tim Weiner en una historia sobre la CIA del 2013, Antonio Varona, seleccionado por EE.UU. para presidir el gobierno en el exilio que se trasladaría a Playa Girón, era considerado un “granuja, estafador y ladrón” por el mismo jefe de la agencia encargado de la misión.

El asalto final que tomó el último reducto de los invasores, luego de ser ocupada Playa Larga el 18 de abril, fue dirigido personalmente por el Comandante en Jefe Fidel Castro al frente de la columna de tanques y tropas para la batalla conclusiva, aunque sus compañeros trataron infructuosamente de disuadirlo por el riesgo que asumía al dirigir desde un blindado la ofensiva.

En alrededor de 66 horas fue aplastada la agresión y sus consecuencias políticas e históricas tuvieron un impacto global en el siglo XX: Cuba demostró por primera vez que era posible una alternativa socialista a las puertas del imperialismo más poderoso de la historia y colmó de esperanzas a los pueblos latinoamericanos sumidos en dictaduras apoyadas por Washington.

El verdadero papel de la Organización de Estados Americanos (OEA) como ministerio de colonias yanquis quedó evidenciado al servirle de pantalla a la CIA y el Departamento de Estado para intentar desacreditar a Cuba como “importadora de la dictadura comunista al Continente” y crear condiciones para la agresión armada a la Isla.

La malograda invasión le costó el puesto al jefe de la Central de Inteligencia yanqui, Allen Dulles, y a casi todo su equipo por su incapacidad de valorar con objetividad la realidad cubana y subestimar la gran estatura de Fidel Castro, quien desde el inicio comprendió la estrategia enemiga y supo prever sus acciones magistralmente en el campo militar, político y diplomático en esas históricas jornadas.

Y aunque después de Playa Girón la administración de John F. Kennedy tuvo unos primeros intentos de establecer conversaciones indirectas con la dirección cubana por medio del periodista francés Jean Daniel, enviado a La Habana en 1963, en paralelo la CIA supervisada directamente por Robert Kennedy, entonces Fiscal General, tenía luz verde para los planes de asesinato del líder cubano, el mismo con que la Casa Blanca al parecer quería dialogar.

También junto a los planes de magnicidio, la inteligencia estadounidense llevó adelante una nueva Operación denominada Mangosta, que incluía un amplio plan de acciones terroristas de todo tipo, bloqueo económico, financiero y comercial, y que debía concluir en una agresión directa desde suelo norteamericano, prevista para finales de 1962 y que no pudo llevarse a término por la Crisis de Octubre de ese año.

Paradójicamente, la última conversación del periodista francés con el máximo líder cubano ocurrió en la propia tarde del 22 de noviembre cuando el presidente Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas, en circunstancias que en los años posteriores demostraron la implicación en el crimen de contrarrevolucionarios cubanos, junto con la mafia, quienes consideraron al mandatario un traidor que no apoyó a los invasores de Girón con una agresión directa o no tomó igual decisión durante la Crisis de Octubre.

No obstante, la victoria de Girón y estos dramáticos hechos no parecen ser tomados en cuenta por la actual administración de la Casa Blanca, como lo demostró el reciente discurso del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, en la Octava Cumbre de las Américas, en Lima, Perú, al repetir las mismas consignas enarboladas contra Cuba para justificar aquella agresión, sustentadas en la caducada doctrina Monroe, estrategia que volverá a ser derrotada con nuevas victorias por la Revolución cubana como la alcanzada en el glorioso abril de 1961.