La ciudad de Bayamo en la década de 1860 parecía destinada a reproducir eternamente el sistema colonial que durante siglos la pobló de villas señoriales levantadas por esclavos africanos para el disfrute de ricos hacendados.

Nada presagiaba que un día la localidad sería capital de la independencia cubana proclamada por descendientes de esas clases pudientes, junto al pueblo, quienes no dudaron en quemarla antes de entregarla al ejército español.

En Bayamo comenzaron las conspiraciones que dieron inicio a la Guerra de Independencia, con el alzamiento del 10 de Octubre de 1868 protagonizado por Carlos Manuel de Céspedes, en su ingenio Demajagua, donde, además de anunciar al mundo las razones que llevaron a los cubanos a luchar por la libertad, igualdad social y la democracia, proclamó la emancipación de sus esclavos.

Su gesto fue seguido por otros patriotas de la zona oriental y en Camagüey el alzamiento lo empezó el abogado Ignacio Agramonte, quien al frente de su caballería se convirtió en un infierno para los peninsulares las llanuras de esa región.

El 20 de octubre 1869, los insurrectos ocupan Bayamo y la declaran Capital de la República en Armas y el pueblo ayuda y aclama al Ejército Libertador que se anota sus primeras victorias al tomar posiciones coloniales y atacar con éxito sus cuarteles y columnas.

La libertad de los bayameses inspira una alegría inmensa y por primera vez se proclama libremente el sentimiento de ser crisol de la nacionalidad cubana, que tiene su mayor expresión cuando Perucho Figueredo escribe la letra de La Bayamesa, que sería el Himno Nacional cantado por patriotas humildes, en unión de adinerados, muchos de los cuales sacrifican la vida por la Patria como el propio autor.

Pero desde La Habana, el capitán general de la Isla, Blas Villate de la Era, Conde de Valmaseda, con una columna de alrededor de dos mil 700 hombres de las tres armas, avanza por el camino real hacia Bayamo y a su paso mata sin contemplaciones a todo insurrecto o campesino colaboradores que caen en sus manos, para instaurar el terror y sofocar el alzamiento en pocas semanas como prometió a Madrid.

Los mambises no logran parar la ofensiva colonialista por la gran superioridad militar del enemigo y ante la inminencia de la llegada de Valmaseda a los dominios bayameses, Carlos Manuel de Céspedes y otros jefes revolucionarios deciden no dejar intacta al enemigo esa ciudad y en la noche del 11 de enero de 1869 deciden, con el apoyo mayoritario de la población, dar fuego a la Villa y ya en la madrugada del 12 las llamas se habían propagado rápidamente.

Según se recoge en la historia, inició el fuego el padre del patriota Francisco Maceo Osorio al incendiar su propia residencia. Otras versiones aseguran que otro mambí, Pedro Maceo Chamorro, fue el iniciador de la acción que fue imitada por pobladores en humildes casas chozas y también se quemaron iglesias y edificios públicos que convirtieron a Bayamo en una enorme tea ante los ojos del jefe español, quien esperaba tomarla intacta.

Según cálculos de la época, solo se salvaron de la destrucción 160 construcciones, de mil inmuebles existentes entonces, y alrededor de 10 mil bayameses, entre ellos niños, mujeres y ancianos, abandonaron la urbe y fueron a la manigua independentista.

En la gesta de Bayamo se demostró la decisión de los cubanos de tomar el camino de la guerra frente al colonialismo español, decisión que lejos de debilitarse en las duras pruebas y reveses de los siguientes 30 años de luchas independentistas, sentó las bases para que José Martí hiciera posible la Guerra Necesaria de 1895, como continuidad al heroico legado de los bayameses, establecido entre las cenizas de su ciudad.