CAMAGÜEY.- El 14 de junio de 1967 el Comandante Ernesto Guevara (Che) escribiría en su diario de campaña en la selva boliviana: “He llegado a los 39 y se acerca inexorablemente una edad que da que pensar sobre mi futuro guerrillero; por ahora estoy “entero”.

La referencia a la fecha en el diario la había comenzado de la siguiente manera: “Pasamos el día en la aguada fría, al lado del fuego, esperando noticias de Miguel y Urbano que eran los chaqueadores. El plazo para moverse era hasta las 15 horas pero Urbano llegó pasada esa hora a avisar que se había llegado a un arroyo y que se veían piquetes, por lo que creía que podría llegar al Río Grande. Nos quedamos en el lugar, comiéndonos el último potaje, no queda más que una ración de maní y 3 de mote”.

Habían transcurrido prácticamente siete meses desde que el Che y el grupo de guerrilleros que lo acompañaba se instalaran en la zona inicial de operaciones en tierras de Bolivia con el objetivo de comenzar allí la gesta liberadora que diera al traste con la dominación imperialista en la América Latina y el Caribe.

Ernesto (Che) Guevara de la Serna nació el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina y su condición de asmático le deparó una infancia con severas limitaciones producto de la enfermedad que obligó a la familia a constantes movimientos del lugar de estancia en busca de condiciones climáticas que favorecieran la salud del niño.

No obstante ello, supo sobreponerse con extraordinaria fuerza de voluntad a su padecimiento a tal punto que en sus años juveniles fue capaz de realizar periplos por regiones inhóspitas destinados solo a los poseedores de condiciones físicas favorables para estos empeños, peregrinar que al propio tiempo le proporcionó la toma de contacto con la realidad que padecían las clases más humildes y desposeídas, elementos formadores de sus sentimientos justicieros, redentores y humanistas.

Por ello, no fue casual que después del derrocamiento del gobierno popular de Jacobo Arbenz en Guatemala, cuyas medidas revolucionarias contaron con su apoyo y simpatía, se enrolara en México en la expedición del yate Granma que preparaban los cubanos en 1956, encabezados por Fidel Castro, para liberar a Cuba de la dictadura batistiana pro-imperialista que oprimía el pueblo, como tampoco lo fue que se convirtiera, ya en Cuba, en uno de los comandantes del Ejército Rebelde más destacados y al triunfo de la Revolución, el primero de enero de 1959, ocupara altas responsabilidades políticas y administrativas y las desempeñara todas con notable eficiencia, ocupando en el corazón de los cubanos, por su especial carisma, un lugar paradigmático que le otorgó la condición de hijo por decreto ciudadano.

A la lucha por la liberación de África lo llevó su presencia en el Congo al frente de un grupo de internacionalistas cubanos en apoyo al Consejo Nacional de la Revolución congolesa, que enfrentaba a los traidores que habían asesinado a Patricio Lumumba, electo como presidente después que los colonialistas belgas se vieron obligados a permitir elecciones en el país.

La otra historia, la de la guerrilla boliviana, comenzó a escribirla el Che, ya en Cuba, a partir de 1965, cuando regresa del Congo, después de entrenar allí unos 3 000 combatientes, cuyos esfuerzos se diluyen en medio de las contradicciones internas de los grupos revolucionarios en la nación africana.

La epopeya boliviana fue trunca cuando el Che es asesinado el 8 de octubre (9) de 1967, por orden de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana ( CIA ) en una escuelita en el lugar conocido por La Higuera, a donde fue conducido después de ser hecho prisionero por el ejército, en la quebrada de El Yuro, herido, e inutilizada su arma por un disparo enemigo en el transcurso del combate, lo que justifica, esto último, conociéndolo, que pudiera ser apresado vivo.

Hoy los cubanos y una buena parte del mundo, hubiéramos celebrado su cumpleaños 89, pues de la fecha en que anotó sus 39 casi de paso, como referencia obligada, con una reflexión de su futuro guerrillero, han transcurrido ya 50 años.

No obstante, como su presencia física está aquí, allá, yo diría que en todas partes, a donde quiera que llega su imagen, su pensamiento, sus ideas, lo recordamos aún como si retando el tiempo estuviera ahora, en plenitud de facultades escribiendo nuevas epopeyas en su eterna lucha contra el imperialismo y por la justicia social y la forja del hombre nuevo con el que soñó.