CAMAGÜEY.- Este 25 de abril se cumple el bicentenario del natalicio de José Ramón Simoni y Ricardo, quien al contraer matrimonio con María del Pilar Manuela Argilagos Ginferrer, en agosto de 1841, tuvo tres descendientes: Amalia, quien contrajo matrimonio con El Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, Matilde y Ramón.

El joven Simoni –como Simoni trascendió en la historia del Puerto Príncipe- no solo se le reconoce por ser un defensor de la causa libertadora, sino por ser además el primer cubano que escribió un libro sobre la apicultura en la isla: Apuntes Para la Apicultura Cubana, folleto de 68 páginas, publicado en Puerto Príncipe, en el año 1865.

El libro, Apuntes para la apicultura cubana, folleto de 68 páginas, publicado en Puerto Príncipe en el año 1865. Foto: Cortesía de la investigadora Elena de Varona RodríguezEl libro, Apuntes para la apicultura cubana, folleto de 68 páginas, publicado en Puerto Príncipe en el año 1865. Foto: Cortesía de la investigadora Elena de Varona RodríguezVale señalar que aunque en 1796 se escribió, La Memoria de la cría de abejas y el cultivo de la Cera, por el bachiller Eugenio La Plaza, y entre 1815 y 1817 las obras, Sucinta Noticia del Ramo de la Cera en la Isla de Cuba, de Pablo Boloix; e Idea de la Cerería en sus tres acepciones, Colmenar, blanquecedora y elaboradora, del Previstero Juan Justo Vélez de Floriaga, estas solo se referían al proceso de la cera.

Mas José Ramón Simoni a su regreso al Camagüey, después de estudiar en París, alcanzar varios títulos, entre ellos el de Licenciado en Medicina y Cirugía ante la Real Junta Superior de la Isla de Cuba en 1839, y de ser Miembro de la Sociedad Apícola Francesa, publica su obra cumbre, la cual fue editada en la Imprenta Tipográfica La Merced No. 13.

Foto: Orlando Seguí Aguilar /AdelanteFoto: Orlando Seguí Aguilar /AdelanteLa investigadora Elena de Varona Rodríguez, Máster en Ciencias, profesora de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte y Loynaz , y quién ha dedicado parte de su vida a estudiar la familia Simoni, aseguró a Adelante Digital  que el texto está estructurado en 6 Capítulos: Historia Natural, Miel, Polen y Propóleos, Enjambres, Corchos o Cajas, Colmenas y Enemigos de las abejas.

Dijo además Elena de Varona, quien también lidera el Programa de Bienestar Animal Humano Sostenible, de la facultad de Ciencias Agropecuaria, de la UCIAL, que el primer indicio para localizar el hallazgo científico-literario se le reveló mientras investigaba a esta excelsa familia, hace más de una década.

"Encontré en las indagaciones que imponen las investigaciones históricas, que en 1868 fue publicado el Manual del Apicultor, de José Ramón de Villalón y Hechavarría, por la Real Sociedad Económica Amigos del País en Santiago de Cuba. Luego de estudiarlo -aseveró- en las notas de su autor encontré la primera pista, "He leído el Acta de Premios de la Feria Exposición de Puerto Príncipe, donde se habla de unas colmenas expuestas por el esclavo Prudencio, propiedad de Don José Ramón Simoni", refirió.

Luego seguí el hilo de la madeja en los archivos raros de la Biblioteca Nacional José Martí, donde encontré el folleto Apuntes Para la Apicultura Cubana, el cuál reivindica a la figura de Simoni, pues él se convierte en el primer cubano que escribió un texto sobre la Apicultura en general.

En las paginas de Apuntes Para la Apicultura Cubana -señaló- se lee, "Poco nuevo hallarán nuestros lectores referente a lo que a esta hora tiene avanzado la Sociedad de Apicultura Francesa, a que tengo la honra de pertenecer y a la que nuestros sabios naturalistas conocen sin duda teóricamente. He recibido y participado en los cursos prácticos de Apicultura del Jardín de Luxemburgo. … "He aprendido las ideas que voy a exponer, pero más especialmente de la práctica adquirida en los campos de Gatinais y de Loraine bajo la dirección de mi excelente maestro y amigo, el profesor Mr. Hamet, de París. … ", confirmó.

En la obra de Simoni -aclaró la experta- trasciende una crítica por el atraso técnico en el que se encontraba la apicultura en la Isla. "Fustigó en sus primeras páginas la falta de limpieza en la miel, el tipo de colmena rústica de tronco y el manejo que de estas hacía el apicultor: "No se me vitupere de vano declamador contra nuestras cajas: voy a proponer un medio sencillo de mejorar su cultura aprovechando las que hoy existen porque la economía debe ser la norma de toda practica agrícola. … "

Agregó la especialista que los tipos de colmenas que el autor mencionó en su obra son la del sistema vertical como la Normanda y otras de sus variantes como la Lombarda, la Chapitel, la de Bonete, la de Cestillos y la de Cachucha; las del sistema horizontal como las de los célebres apicultores Gelieu, Bosc y Leburiere, y además, -sumó-, las de más reciente creación en aquella época, las de Prokopóvish, Dzierzon, Oetel y Delavabre.

"En el caso particular de Cuba -refirió la estudiosa- aconsejó emplear la colmena vertical con alzas: "La caja compuesta por tres o cuatro piezas llamadas alzas, son las más perfectas, las que mejor se prestan á toda operación que quiera practicarse con las abejas y la que yo desearía ver en los colmenares de Cuba".

Indicó que en la obra aparecen importantes aclaraciones y buenos consejos que hasta hoy día mantienen plena vigencia, como por ejemplo, en el caso de los Enemigos de las Abejas: "Frecuentemente oí decir a mi maestro y amigo M. Hamet, … que el mayor enemigo de las abejas era el colmenero ignorante. Es bueno conocer la causa de los pillajes, para prevenirlo: la principal es la imprudencia del colmenero, que en la cosecha llamada "Castra de San Juan", deja a las colmenas exhaustas de miel, cuando precisamente les hace más falta a las abejas, sus provisiones; esta castra es tanto más nociva, cuanto más tarde se practica, porque menos encuentran las abejas de que reponer lo que se le sustrae".

LA GESTA LIBERTARIA

El primero de diciembre de 1868 los Simoni se ven obligados a dejar las comodidades de su vivienda, más conocida como a Quinta Simoní, por su marcada oposición al régimen Español. Su sigilo y discreción serian esenciales; su destino fue la Finca La Matilde, ubicada en el el municipio de Najasa.

El hecho de mayor relevancia que realizara el padre Simoni en La Matilde, ocurrió el 1 de enero de 1869 cuando le concede la libertad a sus 72 esclavos. Con esta acción se adelantó al Decreto de Abolición que se aprobaría el 26 de febrero de 1869.

EL EXILIO

Luego de burlar la Familia Simoni a los Españoles en la manigua, Amalia e Ignacio Agramonte, en feliz unión conyugal, se reencuentran en una finca nombrada los Güiros, situada al suroeste del rio Jigüey, a 55 kilómetros al noroeste de Puerto Príncipe —actual Camagüey—, y al sureste del municipio de Esmeralda, que pertenecía en aquel entonces al primo hermano de Amalia, Pompilio Argilagos.

El 26 de mayo de 1870, Amalia e Ignacio se despertaron alegres inmersos en los preparativos del primer aniversario de su mambisito. A las 8 de la mañana llegó un muchacho al rancho avisando que una columna enemiga venía hacia el Idilio, como ellos habían nombrado a su nuevo lecho de amor, Ignacio sale a interceptarlos, pero el enemigo coge otro camino, mientras cae prisionera la familia Simoni.

Luego las cosas se complicarían para el padre Simoni, porque independientemente de que toda su familia fue deportada, él no podría viajar, al no poseer pasaporte para el salvoconducto.

A José Ramón no le quedó otra opción que reunirse con sus parientes en el exterior. Esto lo consigue con la ayuda de su yerno Eduardo Agramonte, quien lo embarca con gran riesgo por Santiago de Cuba rumbo a Jamaica y luego hasta New York.

Allí se reencuentra con sus hijas y esposa. Las condiciones en que emigran; la escasa cantidad de dinero hacen que tengan que economizar hasta en lo más mínimo para poder subsistir. No obstante siguen las contribuciones de los Simoni a la causa independentista.

El exilio fue una prueba más de sacrificio para esta familia legendaria, porque el clima, la idiosincrasia norteamericana y las necesidades económicas, agravadas pues Simoni no pudo ejercer su profesión por ser muy costosa la obtención de documentos legales, les obliga a emigrar nuevamente hacia Mérida, en México, en busca de mejores condiciones de vida.

En su nuevo hogar José Ramón Simoni, desarrolla una humana labor al abrir un modesto consultorio, donde introduce la homeopatía y la medicina verde, y también comienza a alfabetizar a la comunidad, mientras su hija, Amalia, abre el primer Conservatorio de canto lírico y coral para señoritas, lo que ayudó a sustentar económicamente a la familia.

Luego de finalizada la guerra de los 10 años, José Ramón regresa a la Isla, al tiempo que se dedica a recuperar todos sus bienes y parte de sus propiedades devastadas por la contienda. El 18 de enero de 1890 fallece a la edad de 73 años.

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LA QUINTA, SUS ORÍGENES

Cuenta la historia que desde la lejana Lucca, en Toscana, en el valle del Serchio, en Italia, llegó el primero de los Simoni, Luciano Simoni Franceschi, a Puerto Príncipe con algunos recursos, que luego se convertirían en un capital considerable.

Este emigrado se casó dos veces, primero el 18 de diciembre de 1815, con Merced Ricardo Guerra, con la que tuvo sus primeros seis hijos: José Ramón, María Merced, María Antonia, Angela, Luciano y Juana, y después con María Guerra Pardo, del que nacieron otros 5. En 1813 compró la Tenería de Carrión, ubicada a las orillas del río Tínima, donde 35 años después, en 1848, su primogénito edificó la Quinta Simoni.

Para construir la casona, ubicada en Calle General Gómez, No. 608, entre Pasaje y Avenida Simoni, en Plaza de la Habana, José Ramón trajo maestros de obra italianos. La Quinta fue inaugurada en 1848.

Los visos de leyenda de esta familia están en todas partes, pues la bella vivienda desde entonces también se le llamó la Casa de los Símbolos, porque en su fachada están representados el Sol, la Luna, una regla, una mano que escribe, entre otras curiosas figuras geométricas, que aún son un misterio por descifrar.

La familia Simoni Argilagos decide realizar un largo viaje que duraría aproximadamente 5 años, desde 1859 a 1865, que les permitió conocer unas 500 ciudades de todo el mundo. Cada visita fue con el único objetivo de educar a sus hijos en los mejores colegios, para aumentar su cultura general.