CAMAGÜEY .- En los días tristes en que perdimos al Líder Histórico de la Revolución Cubana leí en el periódico Granma el relato de un joven que alfabetizó en pleno corazón de la Sierra Maestra, su nombre Tomás Pinilla Serrano y se dirigía desde Pinalón hacia Pino del Agua, acompañado de un campesino de la familia que estaba alfabetizando.

Fue en los primeros días de junio de 1961. Luego de varias horas, casi a mitad de camino, sintió sobre ellos el ruido inconfundible de un helicóptero que rompió el silencio de la Sierra y al llegar al firme de la loma El Rajao, alrededor de una casa de tablas y techo de zinc había muchas personas aglomerabas.

“Nosotros la rodeamos también, pero no pudimos ver lo que sucedía adentro. Tímidamente indagamos y la respuesta fue un ¡Siooó!, Fidel está hablando y no dejan oírlo”.

El joven vestido con su uniforme de brigadista Conrado Benítez, se dio cuenta que todos los espectadores tenían los ojos clavados en él, sintió una gran angustia y se preguntó: ¿qué habré hecho? Enseguida escuchó que alguien en el interior del bohío dijo: ¡Allá afuera hay uno, Comandante!

Lo hicieron pasar y para sorpresa suya un compañero lo situó en un asiento rústico al lado del Comandante en Jefe. Fidel le pareció un molino de viento por lo grande y corpulento y el movimiento constante de sus brazos y el tema de conversación fue la Campaña de Alfabetización.

En medio de mi nerviosismo me vi sometido a un interrogatorio inesperado: ¿De dónde eres? ¿Dónde estás ubicado? ¿Qué tiempo llevas allí? ¿Cuántos alfabetizadores hay en la zona? ¿Cuántos campesinos hay en la casa? ¿Ya alguno sabe leer y escribir?

Tras el sinfín de preguntas le recomendó muchas cosas más, entre ellas la humildad de ayudar a los campesinos en todo cuanto estuviera a su alcance y le dijo algo que después con el paso del tiempo el muchacho pudo comprobar, pues aquel 10 de junio cumplía trece años:

“Nunca lo olvidaré: Me puso su brazote derecho sobre los hombres y exclamó: ´No solamente los campesinos aprenderán de ustedes, ellos también tienen mucho que enseñarles a ustedes´”.

Terminada la conversación Fidel le estrechó la mano deseándole suerte y luego, despidiéndose uno a uno de todos los presentes encaminó sus pasos de gigante hacia el helicóptero. Lo narrado hasta aquí, sucedido hace 55 años, quedó grabado para siempre en la memoria del joven alfabetizador. Ese día, sin pensarlo, conoció al hombre más noble del mundo.

Imagen : Tomada de ecured.cuImagen : Tomada de ecured.cuLas brigadas de alfabetizadores tomaron el nombre de uno de sus compañeros, Conrado Benítez, quien se inició como maestro voluntario en una escuelita de las montañas espirituanas en los días finales de 1960. Por el día daba clases a más de 40 niños y por las noches a otros tantos adultos que no sabían leer ni escribir.

Nació en Matanzas el 19 de febrero de 1942 y fue asesinado el 5 de enero de 1961 junto a varios campesinos por la banda contrarrevolucionaria de Osvaldo Ramírez, en el macizo montañoso del Escambray, marco de los ataques terroristas organizados por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. No sabían los matones a sueldo que luego de aquel día Conrado Benítez se convertiría en otros 100 000 brigadistas que hicieron realidad el sueño de Fidel de erradicar el analfabetismo en Cuba.