Camagüey.- Solo hombres de la talla de José Martí supieron llevar adelante la campaña revolucionaria de finales del siglo XIX, enarbolando las banderas del anticolonialismo y el antiimperialismo, las de la solidaridad latinoamericana y la revolución radical; las banderas contra el racismo y la oligarquía, las del patriotismo verdadero y la soberanía nacional.

El Programa y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano, el Manifiesto de Montecristi, por citar algunos de los documentos de mayor trascendencia, llevaban implícitos los gérmenes de una aspiración más amplia y profunda que la consecución de la independencia de nuestro país.

A lo largo del siglo XX, especialmente en su segunda mitad cuando sus ideales se convirtieron en arma de combate de la Generación del Centenario, el Héroe Nacional cubano ha ejercido una influencia notable en la formación de la conciencia nacional cubana, y sobre todo, revolucionaria.

Martí logró insertarse como un factor decisivo en la formación de una conciencia política nacional antiimperialista; catalizador de la unidad entre distintas fuerzas revolucionarias, porque como dijera la escritora Reneé Méndez capote, era el único cubano a cuya sombra podíamos sentarnos todas juntas sin distinción de militancias.

Durante el período neocolonial, distintos grupos de la pequeña burguesía antiimperialista y de izquierda trataron de capitalizar a Martí con el objetivo de poner bajo su égida a la clase obrera, al campesinado y a las clases medias progresistas. Algunos se aproximaron a Martí en busca de consignas que suplieran la inconsistencia teórica que caracterizaba su programa, sin que la esencia revolucionaria martiana fuera asumida.

El Martí luchador, el consecuente combatiente revolucionario y antiimperialista fue enarbolado por intelectuales marxistas y el Partido Comunista, en tanto otros, incluso que llegaron a fundar un partido con idéntico nombre al que organizara nuestro Apóstol y al que por demás recalcaron con el apellido de auténtico, se sumieron en tergiversaciones, omisiones y falsedades de su pensamiento.

Por más de 50 años el imperialismo dominó de manera absoluta nuestra política nacional, etapa durante la cual la mayoría de los medios de difusión, en manos de poderosos consorcios, difundían una imagen falsa de Martí. Por su parte, la prensa comunista, en la medida de sus posibilidades, insertaban trabajos de hombres como Juan Marinello, Blas Roca, Emilio Roig... en los que llamaban la atención sobre aspectos de la obra martiana en los que se reflejaba su condición de revolucionario.

Es así que llegado el año 1953, tal como expuso Fidel Castro en su alegato de autodefensa La historia me absolverá, “parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario”, por lo que los jóvenes de entonces iniciaron una revolución impregnada en sus ideas.

Sin dudas, la obra y el ejemplo de Martí estaban en la chispa que iluminó el nuevo ciclo revolucionario. Era éste el punto de partida imprescindible y legitimador de un proceso ininterrumpido que conduciría a transformaciones sociales.

La propia radicalidad del pensamiento martiano, falseado durante décadas, proporcionaba la apertura hacia nuevos horizontes, hacia el desarrollo ulterior del socialismo.

En el Informe Central al Primer Congreso del Partido, Fidel expuso:

En este pensamiento y en la interpretación y calificación de Lenin de la guerra hispanoamericana como la primera guerra imperialista, se dan la mano dos hombres de dos escenarios históricos diferentes y dos pensamientos convergentes: José Martí y Vladimir Ilich Lenin. El uno símbolo de la liberación nacional contra la colonia y el imperialismo, el otro forjador de la primera revolución socialista en el eslabón más débil de la cadena imperialista (...) ambos con un partido sólido, y disciplinado para llevar adelante los propósitos revolucionarios fundados casi simultáneamente entre fines del pasado siglo y comienzos del actual (...)

He aquí el valor histórico de la herencia teórica de Martí en la última etapa de su redescubrimiento.

Las actividades y enseñanzas revolucionarias de José Martí facilitaron el planteo de la revolución ininterrumpida, como lo había previsto Lenin en la III Internacional Comunista.

A partir del triunfo de la Revolución el 1ro, de Enero de 1959, se produce un nuevo estudio de la Historia de Cuba y de sus más altas figuras, lo que permitió que por primera vez Martí llegara a las grandes masas.

Su figura y su pensamiento emergen por doquier, pero sobre todo, sus esencias son asumidas por nuestro pueblo en el quehacer diario, en la defensa de nuestra soberanía, en el ejercicio del internacionalismo proletario, en la consecuente actividad antiimperialista, en el desarrollo de la cultura.

Martí vive en la militancia revolucionario de su Patria, de su pueblo.

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