El periodismo, desde sus inicios fue un oficio de hombres, la Malhey fue primera y ese mérito no se le puede cuestionar. Antes hubo mujeres que colaboraron en revistas y periódicos insulares, como Úrsula Céspedes, Magdalena Peñarronda y Domitila García, pero Avelina fue fundadora y redactora de la sección de modas de El Mundo. Hasta ese momento no habían mujeres periodistas que laborasen como profesionales.

El 31 de diciembre de 1899, había regresado a Cuba desde España. Llegaba desgarrada. En meses recientes, se había desplazado de la dicha de mujer enamorada y recién casada, a la viudez. Y al volver, su primera desgarradura en la patria la sufría en la bahía, de acuerdo con Impresiones filipinas (páginas de una prisionera cubana), su único libro conocido en la actualidad. Se había marchado con la bandera española en el castillo del Morro, y a su retorno la saludaban las luces extrañas de las estrellas norteamericanas.

Solo pensaba hacer en Cuba, como confesaba en su libro: “adquirir un nombre, no por ambición sino por necesidad de poder vivir de mi trabajo intelectual, una vez que mi firma fuese conocida.”

Pero esa época de tránsito exigía audacia y para Avelina Correa, el ingreso en el periódico El Mundo en el año 1901, le reclamó otra prueba de inclinación periodística y de integridad de carácter y ánimo. Lo logró. Supo mantener su honra y nombre en lo alto de la redacción del importante diario.

Por la voluntad de escribir y la insistencia en mantenerse del trabajo intelectual, se puede admitir que Avelina era periodista de intensa vocación. Porque quién que no fuese periodista de ojos y corazón, quisiera dejar en letras todas las atrocidades que la vida le deparó.

Tan lejana de nosotros en época y acontecimientos, nos dejó una lección todavía vigente: trascender lo negativo para convertirlo en testimonio primeramente periodístico y después histórico. Y ella misma reconoció que a veces “el fruto es amargo, como amarga es la verdad”.

Su nombre perdura en el periodismo de cualquier parte de Cuba. Su mérito mayor, demostrar su fuerza e inteligencia en una época donde la mujer no cabía, y lo supo lograr. Falleció en La Habana un dos de marzo de 1927 a los 52 años de edad, pero dejó todo el peso de su historia, esa que nunca se olvida. Avelina pertenecía al grupo de los adelantados a su tiempo, y quienes van delante portan la luz.

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