De lo que sí hay total certeza es de que aquel joven llegó un día a Cuba procedente de su natal República Dominicana, y con la experiencia de quien se había formado como oficial en las filas del Ejército español, cargó al machete en una acción sin precedentes, como el más de los cubanos; desde aquel 4 de noviembre de 1868 en lo adelante, fue en el campo de batalla genial maestro de soldados inexpertos que llegaron a la categoría de caudillos de fama universal, como Antonio Maceo.

Luego de la irreparable pérdida de Ignacio Agramonte en 1873, Gómez asumió el mando de las fuerzas del Camagüey; en opinión de sus estudiosos, aceptó el nombramiento, sobre todo, porque el protagonismo alcanzado por El Mayor en la Guerra de los Diez Años influyó de manera decisiva en su carrera como genial estratega de nuestras guerras de independencia.

Antes, en 1871 había propuesto a Carlos Manuel de Céspedes, entonces presidente de la República de Cuba en Armas, un plan de invasión, que consistía en avanzar hasta Camagüey y según su decir “darme la mano con Agramonte” y juntos invadir el Occidente del país.

Camagüey fue el campo propicio para desarrollar a plenitud sus cualidades como jefe militar al mando de las fuerzas de caballería organizadas y entrenadas para llevar a cabo operaciones ofensivas, sobre todo durante los años 1873 y 1874 inscriptos como los más difíciles, pero con resultados exitosos, en los que le acompañaron valerosos combatientes como Henry Reeve, Goyo Benítez, Ángel Castillo, los Rodríguez, los Molas, los Luaces, y otros jefes quienes junto a las fuerzas orientales y villareñas coadyuvaron a conquistar trascendentales hazañas combativas.

Ataques y toma de poblados como Nuevitas, Santa Cruz del Sur, Cascorro, San Miguel; combates de renombres como La Sacra, Palo Seco, El Naranjo, Mojacasabe y la mayor de todas acciones militares de la gesta independentista, La Batalla de Las Guásimas fueron enfrentamientos al enemigo conducidos por él, todos coronados con la victoria.

Mucho aprendió y llegó a conocer Gómez de nuestro país; en una ocasión le escribió a Gonzalo de Quesada: ... yo sé donde el jején puso el huevo en Cuba. Sé donde está la novilla más gorda y la mejor aguada. Sé a qué hora el español se encandila, y a qué hora es más pesado su sueño. ..

Tanta era su ascendencia, que su principal enemigo, el jefe español Arsenio Martínez Campo, lo denominó el primer guerrillero de América.

Pactada en el Zanjón la paz sin independencia, durante la Tregua Fecunda, vivió atento a la posibilidad del reinicio de la lucha; convocado por José Martí para la nueva empresa desempeñó un papel decisivo en la unión de los patriotas en torno al Partido Revolucionario Cubano; junto a nuestro Héroe Nacional firmó el Manifiesto de Montecristi, el 25 de marzo de 1895, y 17 días después desembarcaron por Playitas.

Volvió a la carga con nuevos bríos, hizo realidad su sueño de llevar la invasión de Oriente a Occidente y con Antonio Maceo como su Lugarteniente, escribieron nuevas páginas durante el cruce de la Trocha de Júcaro a Morón, o en las sabias y sorprendentes operaciones de la Campaña de la Reforma.

Máximo Gómez odió la esclavitud y la discriminación racial; fue un ejemplar padre de familia; devino símbolo de la solidaridad entre los pueblos, y con la firmeza de sus convicciones selló el compromiso de que mientras respirara no tendría descanso hasta concluir la obra iniciada.

Traicionado en sus sentimientos e ideales por Tomás Estrada Palma, presidente de la República Neocolonial instaurada el 20 de mayo de 1902 bajo el auspicio yanqui, con casi setenta años Gómez trató de volver a la carga a sabiendas de que ya no le quedaban fuerzas.

Antes de morir, como el más humilde de los patriotas, tuvo el supremo gesto de renunciar a la presidencia de la República, pero vive en la grandeza y con el amor eterno de un pueblo que supo hacerlo su Generalísimo.

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