Por aquellas jornadas habían llegado a La Habana dos mensajeras de la Sierra Maestra, primero Lidia Doce Sánchez, y más tarde, el nueve de septiembre, Clodomira Acosta Ferrales, quienes venían a cumplir delicadas misiones dadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro.

   Lydia y Clodomira se hospedaron en un apartamento de la calle Rita número 271 en el reparto Juanelo, en San Miguel del Padrón, donde se encontraban escondidos Alberto Álvarez Díaz, jefe del Movimiento en Regla, Reinaldo Cruz Romero, Leonardo Valdés Suárez y Onelio Dampiel Rodríguez.

   En la noche del 11 fueron detenidos, entre otros, Gilberto Soliguera de la Rúa y José A. Piñón Veguilla, (Popeye). Gilberto fue asesinado en presencia de Popeye, el que, desmoralizado, delató el lugar donde se refugiaba el grupo de combatientes.

   Vecinos del lugar cuentan que los esbirros tocaron con fuerza a la puerta del apartamento 11, y  Popeye se identificó. Al abrir irrumpieron como bestias rabiosas. Durante más de una hora se sentían quejidos por las horribles torturas a que eran sometidos. A dos de los revolucionarios los lanzaron desde el primer piso a la acera, a los otros dos los arrastraron amarrados por las escaleras.

    Lydia y Clodomira se fajaron a golpes con ellos. Las arrastraron escaleras abajo, las montaron en una perseguidora y se las llevaron vivas. Los esbirros eran: el célebre Ramón Calviño, José Sánchez Ramírez, Eladio Caro y José Luis Alfaro, que estaban bajo las órdenes del coronel Esteban Ventura.

   Lydia y Clodomira tuvieron un largo peregrinar de una estación de policía en otra. Ventura se puso furioso al ver el estado en que se encontraban. El coronel Emilio Laurent, el día 14, se las pidió a Ventura y éste, al ver que no habían hablado, en la madrugada del 15, ya moribundas, las metió en una lancha en La Puntilla, al fondo del castillo de La Chorrera, y en sacos con piedras las sumergieron y las sacaron del agua muchas veces sin resultado alguno, hasta que el propio Laurent las soltó en el mar.

   Clodomira, humilde campesina de la Sierra Maestra, se incorporó al Ejército Rebelde en junio de 1957. Como mensajera de Fidel, no sólo se trasladó muchas veces a La Habana, sino a la Sierra del Escambray para averiguar todo lo relacionado con el acontecer del movimiento revolucionario en la región.

Lidia, natural del poblado oriental de Velasco, Holguín, se sumó a la lucha en San Pablo de Yao, donde conoció al comandante Ernesto Guevara durante un ataque relámpago dirigido por él a ese poblado.

La fidelidad de ambas a la Revolución las llevó a ofrendar sus vidas sin delatar un nombre ni una dirección que pusiera en peligro la vida de sus compañeros, ni tampoco los planes del movimiento revolucionario, lo cual las convirtió, sin dudas, en admirables heroínas del silencio.

Unidas por un mismo ideal revolucionario y por el cumplimiento de idénticas misiones, había entre ellas, sin embargo, una considerable diferencia de edades. Lidia, al morir, tenía 45 años. Clodomira contaba solo 21.

 Dejaron recuerdos imborrables en sus compatriotas de lucha, que describen a Lydia como una mujer de temperamento muy alegre, gruesa, de estatura media, que vestía con buen gusto y se expresaba con fluidez y corrección; y a Clodomira como una joven campesina de pocas palabras, pero de pensamiento agudo, que parecía mayor de lo que era, mestiza de pelo lacio, tipo india.

   Al referirse a ellas, Fidel dijo: “ Mujeres heroicas…Clodomira era una joven humilde de una inteligencia y valentía a toda prueba, junto a Lidia torturada y asesinada, pero sin que revelaran un solo secreto ni dijeran una palabra al enemigo".   

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