Tal es el caso de Vilma Espín.

Máxima representación femenina de Cuba, ejemplo internacional del quehacer por la igualdad de la mujer, por la protección y seguridad de la infancia, promotora de múltiples programas de desarrollo, superación y progreso, impulsora de elevar y equiparar a sus congéneres a importantes cargos de dirección en el país.

Más allá del discurso oficial, más de una vez la vi presta a darle consejos a las campesinas para preservar la lozanía de la piel y el cabello, o recomendar el culantro o cilantro como aliño indispensable para sazonar el potaje de frijoles negros, “que es así como le gusta a Raúl”, decía.

Ella, como pocos, en aquellos días de período especial, insistió en que los programas empresariales de atención al hombre tuvieran una proyección más directa sobre la mujer, en los que la confección y reparación de útiles personales, del hogar y de equipos electrodomésticos coadyuvaran a que las cosas fueran un poco menos tensas en los hogares preñados de escaseces.

La impronta de Vilma dejó en escenarios mundiales, en ámbitos locales, en infinidad de hogares, los designios de la Revolución Cubana.


{flike} {plusone} {ttweet}