No importa que algunos lo insulten, lo manipulen, lo tilden de utópico o asesino; esos que se empeñan en criticarlo nunca podrán ser como él. Su memoria se enciende, se multiplica, y anda impulsando las nobles empresas y las ardientes revoluciones, y anda con los miles de hombres y mujeres que lo traen en la conciencia, en el actuar, en los pulóveres, las gorras, las banderas y hasta tatuado en la piel.

En la existencia terrenal de ese argentino-cubano-rosarino-cordobés-congolés-boliviano no hubo intereses mezquinos, fue un inconforme radical, un guerrillero que puso su pellejo por delante para dar un sentido superior, más que a su propia vida, a la vida de todos y nos dio una lección sublime de cómo puede un hombre despojarse de lo material y borrar, con el internacionalismo, las fronteras geográficas.

También fue padre, imagino que no por pocos cuestionado por dejar a sus 4 hijos pequeños e irse a materializar sus ideas. Entiendo, en alguna medida, a quienes lo reprochan, pues no todas las personas de este mundo entienden de sacrificios, de dejar a un lado los intereses personales y poner por encima los colectivos.

No obstante de la distancia física dejó a Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto lecciones importantísimas. A Hilda, la mayor de ellos, escribió en febrero de 1967: “…hay que prepararse, ser muy revolucionaria, que a tu edad quiere decir aprender mucho, lo más posible, y estar siempre lista a apoyar las causas justas…Debes luchar por ser de las mejores en la escuela, mejor en todo sentido, ya sabes lo que quiero decir: estudio y actitud revolucionaria, vale decir: buena conducta, seriedad, amor a la Revolución, compañerismo, etc...”

A propósito de los vientos futboleros que baten por estos días en el país, algunos lectores se sorprenderán al saber que Ernesto en uno de esos recorridos que realizó con Alberto Granado por Latinoamérica fue portero de un equipo local brasileño, el Independiente Sporting. Admiraba además a Di Stéfano y sentía devoción por el Chueco García, un extremo zurdo que fue dos veces campeón de América con Argentina (1937 y 1941) y apodado ‘El poeta de la zurda’. ¡Ah, y era anti madrilista!

Perfecto, claro que no lo era. Estoy segura que él no estaría de acuerdo con los que lo santifican, con los que lo convirtieran en afiches y fotografías. En una ocasión, con motivo de conmemorarse el aniversario 107 del nacimiento de José Martí, el 28 de enero de 1960, el Che Guevara dijo a los presentes:

“ A Martí hay que pensarlo como un ser vivo, no como un dios ni como una cosa muerta; como algo que está presente en cada manifestación de la vida cubana… Porque a los héroes, compañeros, a los héroes del pueblo, no se les puede separar del pueblo, no se les puede convertir en estatuas, en algo que está fuera de la vida de ese pueblo para el cual la dieron, El héroe popular debe ser una cosa viva y presente en cada momento de la historia de un pueblo”.

En los tiempos actuales, en los que para muchos la ética y otros valores profundos son baratijas que se compran y se venden, el ejemplo quijotesco de Ernesto Guevara de la Serna cobra una dimensión todavía mayor. Los cubanos todos, mucho más los jóvenes, deberíamos traer siempre a Ernesto junto a nosotros, para que sea ese latigazo oportuno en la conciencia cuando la silla nos invite a descansar.

“…La revolución se hace a través del hombre...”, expuso Guevara en “El socialismo y el hombre en Cuba” y en esa sentencia entiendo la responsabilidad que desde la individualidad tenemos con el país que construimos. Esta Revolución, necesita de más gente buena, honesta, humilde, altruista, necesita de seres humanos "profundamente humanos" como el Che.

Mucho más tenemos que aprender de su vida y de su obra, estudiarlo, evocarlo no por el mero discurso, sino porque está en esas huellas imborrables de su pensamiento y ejemplo el camino para edificar la sociedad nueva a la que aspiramos y que necesitamos para nosotros y nuestros hijos.

Y no todos, ni muchos - quizás ninguno- podamos ser el Che, pero todos podemos tomar su ejemplo y tratar de seguir su camino en la medida de nuestros esfuerzos. Tratar de comprenderlo y de revivirlo por nuestra acción y nuestra conducta de hoy, como aspiraba él que hiciéramos con Martí.

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