(...) ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber – puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo—de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por Las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso (...)

La pluma martiana supo empuñarse como un arma poderosa contra la intención anuladora, y la dependencia económica, política y cultural venidas de Europa o de los Estados Unidos; no cesó un instante de advertir los peligros de la codicia en acecho más allá de la rivera norteña del río Bravo.

Repugnan los negocios ávidos de las compañías extranjeras que arrancan los tesoros del suelo americano sin dejar en su paso beneficios para el pueblo donde actúan, advertencia con la que dejaba por sentado el papel devastador de los monopolios norteamericanos.

Desde su participación activa en la Conferencia Internacional Americana en 1889 y la Conferencia Monetaria Americana en 1891, valoró con cierto optimismo el hecho de que Estados Unidos no lograra imponer sus criterios, por lo que, años después publicó en el periódico Patria: (...) En nuestra América hay mucho más sentido de lo que se piensa, y los pueblos... van salvándose a timón seguro de la mala sangre de la colonia ( ...) lo que el americanismo sano pide es que cada pueblo de América se desenvuelva con el albedrío y propio ejercicio necesarios a la salud (...) ni permitir que con la cubierta del negocio o cualquiera otro lo apague y cope un pueblo voraz e irreverente(...)

Haciendo una retrospectiva, nuestro Héroe Nacional no fue un simple espectador del estallido del 10 de octubre de 1868 en La Demajagua; adolescente, aún estudiante, escribió su ardiente soneto alegórico al acontecimiento, con el que al expresar: No es un sueño, es verdad: grito de guerra/ Lanza el cubano pueblo, enfurecido; / El pueblo que tres siglos ha sufrido/ Cuanto de negro la opresión encierra (…) emprendía el camino que lo llevaría a llamar Madre América a este Continente.

En México, a donde llegó en 1875, comenzó a conformar su concepción de americanidad, al abogar en sus escritos, como un nativo más, por el desarrollo de una conciencia americana mediante la creación de una cultural original. Obligado a abandonar la nación azteca luego del derrocamiento del gobierno de Lerdo de Tejada, viaja a Guatemala donde despliega su vocación americana por cuanto medio tuvo a su alcance, ensalzando a la América entera, con la aspiración de un destino común.

Martí vuelve a su Habana a finales de agosto de 1878; transcurrido poco más de un año se le acusa por conspirar contra el régimen colonial español por lo que fue deportado a la metrópoli; de allí pasó a Francia y luego a Estados Unidos.

Para nosotros la patria es América, quizás fue la expresión de Simón Bolívar que le hizo un anochecer llegar a Caracas, y sin sacudirse el polvo del camino, ni preguntar dónde se comía ni se dormía, se fue donde la estatua de El Libertador; allí, como un hijo frente a un padre lloró y se juró a sí mismo honrarlo dándole continuidad a la lucha por el derecho de América a ser libre.

Fue en Venezuela donde Martí se afianzó en su consagración latinoamericanista, de ahí su: De América soy hijo: a ella me debo. Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga, ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni de su cuna reniegan hijos fieles. Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo (…)

De vuelta a los Estados Unidos, se enfrascó en la organización de la Guerra Necesaria para liberar a Cuba y a Puerto Rico, sin abandonar su misión de revelar la necesidad de sacudir las trabas que pesan contra el progreso y la independencia de América.

Desde las entrañas del monstruo escribe en innumerables publicaciones de países del Continente; aborda en sus artículos los adelantos industriales y técnicos, los de la ciencia y la técnica, deslizando siempre una recomendación o un ejemplo que pudiera contribuir al mejoramiento material y espiritual de los pueblos menores; pero también escribió mucho sobre los hombres americanos, de los héroes y sus hazañas gloriosas, de pintores y poetas, de las culturas precolombinas, del indio de estas tierras...

El antimperialismo, el anticolonialismo y la unidad enlazada por un sentido solidario americanista, fueron las banderas enarboladas por Martí, bajo una concepción que no ha perdido vigencia, en medio de un llamado a los pueblos hermanos a no dejar caer esas enseñas.

Hoy, como nunca antes, la voz martiana indica una vez más la continuidad por el sendero correcto porque, tal y como él nos legara:

Cuba no anda de pedigüeña por el mundo: anda de hermana, y obra con la autoridad de tal. Al salvarse, salva. Nuestra América no le fallará, porque ella no falla a América.

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