Aquel colegio todavía existe en la Calzada del Cerro, en La Habana, y aunque faltan trozos de historia, conserva la esencia pedagógica de José de la Luz y Caballero.

La casona ahora divide s los grandes pensadores del siglo XIX us salones entre dos microuniversos separados por un muro. A un lado los pequeños de pañoleta y uniforme rojo y blanco; al otro, los jóvenes de azul que discuten su futuro universitario.

Esos rostros felices que se mueven entre las gigantescas columnas, que conversan, ríen, se toman un selfie, estudian y se superan, como fue el sueño de Luz Caballero y el de quienes una vez estuvieron en estos pasillos, es la garantía de que aquel iluminado sigue regalándole a su Patria la grandeza de su luz.

Pepe, como le decían cariñosamente, hijo de Manuela Teresa de Jesús y Antonio José María, nació el 11 de julio de 1800. Fue discípulo de su tío José Agustín Caballero y estudió en prestigiosos colegios de la época como la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana y el Seminario de San Carlos y San Ambrosio.

Aprendió inglés, francés, italiano y alemán. Su constante curiosidad por el mundo y su país lo convirtieron en uno de los pensadores más importantes de la etapa colonial y el pedagogo más universal del siglo XIX.

“José de la Luz y Caballero ofreció a su siglo en materia pedagógica lo que su siglo necesitaba, e influyó en la formación de hombres de su generación y de las venideras, en un compromiso intelectual, que rebasa los estrechos marcos de la escuela, para incidir en la familia y la sociedad en general”, considera el estudioso y actual vicepresidente del Instituto de Historia, Yoel Cordoví Núñez.

Para este investigador el quehacer de aquella figura como director en el colegio del Salvador sintetizó todo el bagaje y experiencia del intelectual, que fue acumulado en su fecunda vida magisterial.

“A pesar de los múltiples obstáculos a los que tuvo que enfrentarse, trabajó por impregnar en sus educandos un sentido de la moral y la justicia, dirigido a la transformación social con las herramientas del pensamiento”, subraya el también Doctor en Ciencias Históricas en un artículo para la revista Educación.

PORTAR LA LUZ DEL CONOCIMIENTO

A José de la Luz y Caballero se le conocía como el maestro de todas las ciencias por las asignaturas que impartió en el colegio del Salvador. Cuando el 27 de marzo de 1848 fundó su escuela en la localidad que le dio el nombre a la institución, no imaginó que dos años después la terrible epidemia del cólera tomaría la vida de su única hija de 16 años, María Luisa, y en 1852 la de uno de los alumnos.

Las vicisitudes lo llevan a cerrar las puertas de la institución en su primera sede, donde ahora radica el Instituto de Neumología, en Calzada del Cerro y Lombillo, en la capital.

Humberto Tellería Valdés, historiador del Museo del Cerro, relata que el centro se establece temporalmente en la Calle Teniente Rey número 39, en La Habana Vieja, para instalarse finalmente en lo que hoy es Calzada del Cerro y Zaragoza, en un complejo mixto donde se imparten clases a la enseñanza primaria y pre-universitaria, y que honra el nombre de José de la Luz y Caballero.

“Aunque no impartió clases en todos los cursos, lo denominaron el maestro de todas las ciencias, porque siempre que era necesario daba cualquiera de las asignaturas.

“Pese a las restricciones a que fue sometido por el plan de estudios oficial trazado por el Gobierno colonialista, Luz creó un espíritu crítico y reflexivo sobre la realidad que vivía el país. Respecto a las bases de estos objetivos implantó el método explicativo para acabar con la ineficaz fórmula memorística”.

Incluso, en muchas ocasiones, a los niños que no podían asistir a la escuela por su situación económica, Don Pepe los recibía en sus aulas gratuitamente.
En el inmueble, que abarcaba todas las enseñanzas, se instruía a los alumnos en idioma inglés, francés, latín, alemán, italiano y griego; así como distintas asignaturas: lectura, gramática castellana, dibujo, música, geografía, matemática, zoología, botánica y psicología, entre otros que conformaban el amplio currículo del lugar que le dio consuelo luego de la pérdida de su hija.

Inclusive, en los años finales de su vida fue allí donde vivió, rodeado de libros y de discípulos, hasta su fallecimiento el 22 de junio de 1862.

ALMA INDEPENDENTISTA

José de la Luz y Caballero atacó duramente la realidad colonial cubana. Era un antiesclavista y reformista, mas se desconoce de su inclinación independentista.

“En nuestro género de vida debemos girar a ser pueblo, aun nadando en las comodidades. De otra suerte nos labramos nue los grandes pensadores del siglo XIX stra desgracia y aun la de aquellos que nos rodean o que de nosotros dependen. Pueblo en restringir las necesidades, pueblo en el trabajo físico y parquedades morales, pueblo en comer, andar, dormir, siempre tratando de descollar”, decía el maestro en uno de sus aforismos.

Para Alicia Conde, especialista del Instituto de Historia de Cuba y estudiosa de la descollante figura, él contribuyó a socavar las bases del colonialismo español en Cuba.

“Por el colegio del Salvador pasaron grandes personalidades emancipadoras de la Isla, que se formaron bajo el ala del pedagogo y luego se convirtieron en profesores. En este sitio comenzaba a gestarse lo que seis años más tarde se convertiría en el movimiento independentista cubano. Y no faltaron quienes atribuyeron sus causas los grandes pensadores del siglo XIX al influjo de las enseñanzas lucistas.

LLEVARLO DENTRO

La historiadora Conde auspicia un proyecto, en conjunto con el Instituto Superior de Diseño, que pretende rescatar los aforismos del pedagogo, a través de carteles que sean expuestos en las distintas universidades de la capital. La Facultad de Comunicación fue de las primeras en sumarse a la idea.

“A José de la Luz, lo conocí el primer día de clases cuando la profesora nos leyó su biografía. Mi primaria y parte de mi preuniversitario los hice allí. Siempre recuerdo su foto colgada en la entrada. Fue un gran hombre, hizo mucho por la educación”, relató Bárbara Dalmau Salazar, joven de 18 años.

Pero para Alicia Conde, Luz Caballero sigue siendo un personaje en las tinieblas: “Todos conocen su nombre, pero pocos saben quién fue realmente. A él le debemos mucho. Es por ello que, en el proyecto Biblioteca de Clásicos Cubanos, un grupo de profesores de la Universidad de La Habana nos propusimos recopilar las obras del siglo XIX cubano, muchas de ellas dispersas en diversos archivos y bibliotecas.

“Es necesario leer a los grandes pensadores del siglo XIX cubano para poder comprender nuestro tiempo. Muchos como el maestro Luz y Caballero tienen una actualidad tremenda y las nuevas generaciones deben conocerlos”.