Sicarios de las fuerzas represivas del dictador Fulgencio Batista asesinaron a mansalva el 10 de julio de 1958 a los jóvenes Pedro Martínez Brito y José Rodríguez Vedo (Tato), miembros del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, en un mes en que el avance revolucionario era indetenible en toda la Isla, a pesar del horror y el crimen desatado por la tiranía.

Martínez Brito, el mayor de los dos, solo tenía 23 años, cumplidos el siete de enero de ese año. Su compañero caído junto a él solo alcanzó a vivir 19.

A pesar de la extrema juventud de ambos ya tenían una contribución muy notable en la lucha por la dignidad y la justicia en su país. Pedro desde adolescente se había fogueado en actividades y acciones estudiantiles en su natal Ciego de Avila y más tarde en Camaguey, durante el tiempo en que pasó por diferentes planteles hasta terminar el bachillerato.

Aunque era de cuna muy humilde, su familia se esforzó mucho para lograr con gran sacrificio que al menos Pedro estudiara –el único entre varios hijos-, pues siempre tuvo una inteligencia natural y una vivacidad que no debían perderse.

Ya en La Habana y como estudiante universitario a partir de su graduación de bachiller en 1955, rápidamente se vinculó al líder José Antonio Echeverría, se integró a la FEU, de la cual fue investido como vicepresidente, cargo que ostentaba cuando acompañó al inolvidable Manzanita en las acciones que convergieron con los asaltos a la emisora Radio Reloj y al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957.

Antes, a fines de 1955 había organizado, en compañía de otro dirigente conocido por El Moro Assef (José Assef Yara), acciones de coordinación con el sector de los trabajadores azucareros de Ciego de Avila, en apoyo a la huelga nacional por el diferencial. Habían sido enviados allí por José Antonio, quien como líder del Directorio creaba ya el espíritu de ese movimiento de estrechar nexos con agrupaciones beligerantes y revolucionarias en reclamos de justicia social.

Con la muerte de José Antonio Echeverría, siguió militando con más ímpetu y convicciones en el Directorio revolucionario ahora nombrado 13 de marzo y tomó parte en otras misiones, igualmente osadas y riesgosas, dentro y fuera de Cuba.

Tato Rodríguez Vedo en sus cortos años también descolló en las bregas estudiantiles, y se vio obligado a tomar el exilio debido a una persecución tenaz de las fuerzas represivas. Sin embargo, regresó y retomó con gran valentía el camino escogido: la lucha por derrocar a la dictadura. Cuando murieron ambos jóvenes, solo faltaban seis meses –los seis meses más candentes y decisivos- para que se lograra ese objetivo de los jóvenes, el mismo sueño de tantos otros.

Cuentan que al clarear aquel 10 de julio fatídico, decenas de policías acordonaron el edificio 459, sito en la calle B del Vedado, donde residían temporalmente de forma clandestina. Estaban en el apartamento 27.

Los jóvenes lograron salir de la vivienda. Martínez Brito intenta cruzar por el techo o azotea a otro edificio y lo logra. Pero pronto es capturado y asesinado en el apartamento, adonde fue llevado nuevamente por los sátrapas. Hay quienes afirman que Tato saltó desde una ventana del tercer piso. Es acribillado sobre el pavimento donde cae, con las piernas fracturadas e imposibilitado de movimiento.

Sus cadáveres son arrastrados de manera inmisericorde y llevados hasta la entrada del edificio, dentro del cual los vecinos se estremecían de horror e indignación. Otro crimen sin nombre que reforzaría, lejos de detener, la firmeza y la capacidad de crecimiento de la rebeldía de los cubanos.

Desde las montañas combativas de la Sierra Maestra, esa misma noche la emisora Radio Rebelde dio la triste noticia a los cubanos. Se recuerda que el pueblo avileño despidió con gran consternación a Pedro, pues fue llevado a su terruño donde fue honrado con la bandera del Movimiento 26 de Julio, a falta de una enseña del Directorio. Pero aquello no importaba, los combatientes cubanos se sentían unidos en la lucha y el deber. La dictadura no calculaba cuan cerca tenía su final.

A 60 años del hecho monstruoso, inolvidables en sus cortos años, Pedro y José son dos jóvenes héroes que los cubanos de hoy recuerdan y reverencian.