CAMAGÜEY.- En una fecha como esta, 14 de junio del 2018, Ernesto Guevara de la Serna, conocido universalmente como el Che, cumpliría 90 años si no hubiera caído físicamente en combate en las selvas bolivianas el 8 de octubre de 1967.

 Un día como este escribió el argentino-cubano en su diario de campaña: “He llegado a los 39 y se acerca inexorablemente una edad que da que pensar sobre mi futuro guerrillero: por ahora estoy ‘entero’”.

La gesta que iniciara en Bolivia presencialmente el 7 de noviembre de 1966 en cumplimiento de su mensaje a la Tricontinental : “Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo… En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se extienda para empuñar nuestras armas”, marcó un momento trascendental en la historia de los pueblos latinoamericanos y caribeños en su lucha independentista por la soberanía, la libertad y la justicia social.

De la odisea de su guerrilla, iniciada precisamente en Bolivia con vistas a extenderla a Sudamérica y posteriormente a todo el subcontinente, nos dejó el legado de la fuerza de sus ideas emancipadoras y la forma de ser consecuente con ellas hasta el último aliento de la existencia.

Aunque fue cobardemente asesinado después de estar herido e inutilizada el arma con que combatía a los “rangers” bolivianos entrenados y avituallados por el imperialismo norteamericano en una escuelita de la localidad de Higueras, en el departamento de Vallegrande, su ejemplo de entrega a la causa a la que dedicó su vida de médico, soldado, guerrillero y fecundo constructor de sociedades más justas, humanas y solidarias permanece imperecedero en la memoria de todos los pueblos que lo reverencian y recuerdan con una imagen viva y tangible.

Todavía se le ve en su vieja motocicleta primero, y a pie después, desandando las realidades de una América Latina que se le asoma cada vez más hambrienta, explotada y minada por las enfermedades más atroces, sin asistencia médica, sin medicamentos, y muriendo lentamente, en el más cruel de los calvarios.

Así diría después, en una crónica que titula Entendámonos : “Yo no soy yo, por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí”.

Ese nuevo rumbo de su vida lo llevó un día de 1956 a conocer en México, a Fidel Castro Ruz, el revolucionario que se había impuesto la liberación de Cuba de la dictadura que la oprimía con la tutela del imperialismo norteamericano y no vaciló un instante en enrolarse en lo que sería después su graduación de guerrillero para consumar uno de sus mayores deseos: construir un mundo mejor para los pueblos.

Pero llegó el día en que los cubanos, después de los extraordinarios servicios que prestó el Che en la consolidación de la Revolución triunfante de 1959 en la que destacó como combatiente, estratega militar, ideólogo y constructor, lo vimos partir hacia otras tierras que al decir de él “reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos”.

Así se fue a Bolivia al frente de un destacamento émulo de las huestes de San Martín, Bolívar, Sucre, Martí y tantos otros, que en épicas hazañas libertarias arrojaron el yugo español de las tierras entre el Río Bravo y la Patagonia, pero ahora con la misión de combatir la dominación colonial impuesta a la región por el sistema capitalista representado por los Estados Unidos y las oligarquías nacionales.

Y aunque cayó el 8 de octubre de 1967 en un paisaje de vegetación seca y árida de la selva boliviana, en la cual también quedó casi la totalidad de su destacamento, cada 14 de junio Ernesto Guevara de la Serna, el Che, sigue cumpliendo años, ahora los 90 y después los sucesivos, como los cumplen los grandes hombres que forjaron la libertad y la independencia de Nuestra América.

La imagen de hombre nuevo que avizoró no se ha diluido en el tiempo porque su pensamiento, las ideas que sustentó, siguen cabalgando por llanos y montañas sobre el Rocinante de los quijotescos que luchan y mueren todos los días por un mundo mejor que es posible.