CAMAGÜEY.- Innumerables son los símbolos y atributos que distinguen a esta comarca apacible de calles adoquinadas, tinajones legendarios y abundantes iglesias de otras regiones del país. Dicen de esta tierra pródiga, que atesora a las mujeres más hermosas y refinadas de la Isla.

Nombres como Ana Betancourt, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Amalia Simoni y Aurelia Castillo, forman parte de una amplia lista de féminas principeñas que se distinguieron no solo por su hidalguía y patriotismo, sino por los aportes intelectuales que realizaron en su época.

Pero el tiempo, ese implacable que nunca se detiene, muchas veces diluye a figuras imprescindibles de la historia de los pueblos; tal es el caso de Domitila García Doménico, considerada la primera mujer cubana que trabajó cotidianamente como tipógrafa en una imprenta. Periodista, escritora y educadora, fémina de letras con una labor prolífera fue Domitila, quien nació en esta antigua Villa de Santa María del Puerto del Príncipe en mayo de 1847, y falleció el 18 de septiembre del año 1937.

Reconocida como la primera mujer que se vincula al periodismo, en 1866 fundó en Puerto Príncipe la revista El Céfiro, y creó la Academia de Tipógrafos y Encuadernadoras, única en Cuba en aquella época. Domitila nació para ser pionera, para fundar y trascender, de allí los tres semanarios que nacieron de sus manos, El Eco de Cuba (1869); El Correo de las Damas (1875) y La Crónica Habanera (1895-1897) y sus colaboraciones aparecieron en los más importantes periódicos de su época, en los cuales escribía a favor de la causa de Cuba Libre. Fue sin dudas una incansable luchadora por los derechos de la mujer, la Educación y la Cultura.

Muchos de los lugareños y foráneos que visitan el Parque Agramonte, en nuestra ciudad, ubicado en el Centro Histórico, desconocen que la corona de bronce dorado que acompaña la estatua del Mayor General Ignacio Agramonte fue fruto de los desvelos de esta hija ilustre del Camagüey.

Entre los muchos empeños que asumió esta “adelantada” estuvo la secretaría de la Junta Patriótica de La Habana, el ser delegada de honor al I Congreso Nacional de Mujeres, celebrado en La Habana en 1923, y figuró como Socia de Mérito y Facultativa de Honor de casi todas las sociedades literarias y de recreo nacionales.

Sus manos imprimieron las primeras proclamas en las que Carlos Manuel de Céspedes se dirigió a sus compatriotas conminándolos a reclamar con las armas los derechos del pueblo cubano, los cuales estaban siendo usurpados por el Gobierno español.

Al periodismo consagró hasta los últimos días de sus 90 años, y al morir cuentan que pidió: “...Al pisar mis compatriotas la tierra que cubre mis despojos, digan enternecidos: Dignificó a la mujer en general y erigió pedestales a las cubanas que yacían en el olvido...”.