CAMAGÜEY.- Aunque el Che escribe en su diario de campaña el día 7 de octubre de 1967: “Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente: hasta las 12:30, hora en que una vieja, pastoreando sus chivas, entró al cañón donde habíamos acampado y hubo que apresarla. La mujer no ha dado ninguna noticia fidedigna sobre los soldados, contestando a todo que no sabe, que hace tiempo que no va por allí. Solo dio información sobre los caminos; del resultado del informe de la vieja se desprende que estamos aproximadamente a una legua de La Higuera y otra de Jagüey y unas dos de Pucará”… Lo de “sin complicaciones” solo se refería a ese día porque la situación en que se hallaban era bastante comprometida.

En sus anotaciones, párrafo más abajo, que fueron las últimas que escribiría en su diario, hace constar: “El ejército dio una rara información sobre la presencia de 250 hombres (militares) para impedir el paso de los cercados en número de 37, dando la zona de nuestro refugio entre el río Acero y el Oro. La noticia parece diversionista”.

Sin embargo, al día siguiente 8 de octubre, a las 13:00 horas en la estrecha Quebrada del Yuro, donde se proponía esperar la noche para romper el cerco, una numerosa tropa enemiga hizo contacto con ellos. El reducido grupo de hombres ( 16) del destacamento, combatió heroicamente hasta el anochecer desde las posiciones en que el Che había organizado la defensa que Harry Villegas (Pombo), uno de los sobrevivientes, describe así: “A Urbano y a mí nos situó en la parte alta del cañón. Al lado opuesto Benigno y Darío. El Che con el resto se ubicó en el centro.

“Se ha podido comprobar que el Che estuvo combatiendo herido hasta que el cañón de su fusil M-2 fue destruido por un disparo, inutilizándolo totalmente. La pistola que portaba estaba sin ‘magazine’. Estas increíbles circunstancias explican que lo hubiesen podido capturar vivo. Las heridas de las piernas le impedían caminar sin ayuda, pero no eran mortales”, relataría el líder cubano Fidel Castro al confirmar la muerte del Guerrillero Heroico, Ernesto Guevara de la Serna, el Che, en las selvas bolivianas, donde había organizado un movimiento armado para luchar contra el imperialismo y su dominación en América Latina, y del cual se cumplen ahora 50 años.

Por relatos de sus propios captores, se conocen los pormenores, después de hecho prisionero por los soldados bolivianos, quienes lo condujeron a una escuelita del poblado de La Higuera, donde se recibió la orden de que fuera asesinado, la cual fue transmitida al Sargento Mario Terán por el agente Félix Rodríguez, de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana, quien colaboró en la detección y combate de la guerrilla, por orden del Gobierno estadounidense.

Mario Terán, el sargento ejecutor del asesinato, relató años más tarde a la revista Paris Match que llegó a las escuelita y transcurrieron casi 40 minutos antes de cumplir la orden.

Parado en el umbral de la puerta, el Che le preguntó: “¿Usted ha venido a matarme?”. Bajé la cabeza, como aturdido, y él volvió a preguntarme: “¿Qué han dicho los otros?” (se refería a Simeón Cuba, apresado con él y a Juan Pablo Chang, el chino, capturado al otro día, instalados en un aula contigua, fusilados también). Nada, le dije, y lo pensé tan grande, tan inmenso, que temí que con un movimiento me quitara el arma y di un paso atrás. “Póngase sereno, me dijo, y apunte bien que va a matar a un hombre”. Cerré los ojos y disparé la primera ráfaga, y después la otra… (Paradójicamente, a Terán, años después, un grupo de especialistas oftalmólogos cubanos que prestaban sus servicios en la Operación Milagro, en Bolivia, le devolvieron la vista).

Ese propio 9 de octubre el cadáver fue llevado en helicóptero a Valle Grande y colocado en una mesa, en el lavadero del hospital del lugar, donde permaneció ese día y el siguiente, en exhibición, por lo que fue necesario introducirle gran cantidad de formaldehído para evitar su descomposición.

Se consigna que el 11 los restos del Che, después de cortarle las manos para evitar su posterior identificación, fueron enterrados en un lugar diferente al de los otros guerrilleros, en su afán de “disimularlo bajo tierra”, como diría el poeta.

Sin embargo, en 1997, un grupo de especialistas cubanos de Medicina Legal, apoyado por antropólogos forenses argentinos, después de largos e intensos trabajos investigativos y salvando numerosos obstáculos interpuestos por los gobernantes bolivianos de turno, lograron detectar e identificar a 23 de los guerrilleros enterrados en fosas comunes en Valle Grande y a 13 en otras zonas, y en particular los restos del Che.

El 12 de julio de 1997 los combatientes de la gesta guerrillera boliviana regresarían como un “destacamento de refuerzo” como lo calificaría el Comandante en Jefe Fidel Castro en su discurso de bienvenida, e instalados en el memorial Ernesto Guevara, en la central provincia cubana de Villa Clara, para perpetuar su recuerdo imborrable e imperecedero.

De la Quebrada del Yuro, convertida hoy en lugar de veneración del pueblo boliviano, lograron salir con vida seis de los guerrilleros que allí combatieron: Benigno, Ñato, Darío, Urbano, Intí y Harry Villegas, (Pombo), aunque solo llegaron a Chile cinco de ellos, donde fueron protegidos para regresar a la Patria por el entonces senador, Salvador Allende, porque el Ñato fue apresado y asesinado por el ejército.

En la velada solemne celebrada en el mes de octubre en Cuba, en memoria del Che y sus compañeros caídos en Bolivia, el líder cubano Fidel Castro diría: “Nos dejó su pensamiento revolucionario, nos dejó sus virtudes revolucionarias, nos dejó su carácter, su voluntad, su tenacidad, su espíritu de trabajo. En una palabra, nos dejó su ejemplo, y el ejemplo del Che debe ser un modelo para nuestro pueblo…

“Y no dudamos que el valor de sus ideas como hombre de acción, como hombre de pensamiento, como hombre de acrisoladas virtudes morales, como hombre de insuperable sensibilidad humana, como hombre de conducta intachable, tienen y tendrán un valor universal”.