El mundo conoció  con esperanza, a inicios de la década de 1980, el uso clínico del interferón, una proteína producida  por el sistema inmunitario  contra agentes patógenos, como virus y células cancerígenas, obtenido en unos pocos  centros científicos de EE.UU. y Europa, aunque su importancia no pasó inadvertida en Cuba, donde contó con un formidable aliado y promotor: el líder cubano Fidel Castro.

Pero aquel interés por la novedosa disciplina  no resultó una simple curiosidad científica de su parte, sino que representó una estrategia de investigación  adelantada a su época. Para el destacado científico cubano Agustín Lage, testigo excepcional de esos inicios,  el Comandante en Jefe   fue el máximo responsable de ese temprano desarrollo.

En declaraciones al sitio Cubadebate  precisó:   “Fidel empieza a desarrollar todas estas ideas del papel que la biotecnología debe tener en la salud pública, fíjate. Hoy todo el mundo te dice, claro que es así, por supuesto. Pero hoy estamos en el Siglo XXI, pero de eso en los años setenta y en los años ochenta hablaba muy poquita gente. (…)

Esta  original aventura científica  comenzó en 1980  en una casa  al oeste de La Habana, convertida apresuradamente en laboratorio donde jóvenes científicos recibían casi a diario las visitas de Fidel,  con quien intercambiaban  sobre sus logros y dificultades  y compartieron sueños de convertir  a Cuba en referente mundial de la nueva ciencia,n algo  que  parecía una ficción futurista para la pequeña Isla.

Sin perder tiempo  viajó al extranjero un grupo de  científicos para conocer cómo se obtenía el medicamento y a su regreso en solo 42 días produjeron el  interferón, y así empezó  el desarrollo de la industria de la biotecnología cubana en ese improvisado centro.

Aquellos profesionales, bajo la dirección de Fidel, enfrentaron también la agresión biológica de la CIA en 1981, cuando  la  introducción de la epidemia de dengue hemorrágico que se hizo presente  con una virulencia   sin precedente y que afectó a más de 300 mil personas, de las cuales  fallecieron 158, de ellas 101 niños.

Gracias a la estrategia combinada de saneamiento ambiental y la masiva y alta calidad de la atención médica, que incluyó el uso del recientemente obtenido Inteferón, se evitaron las  miles de muertes con que contaba la CIA para desestabilizar el país y sembrar el terror entre la población.

Esa fue la primera vez que  en el orbe se aplicó ese tratamiento en gran escala contra una epidemia, lo que se corresponde con la propia concepción del líder de la Revolución de vincular directamente a la atención médica masiva  los aportes de la ciencia de punta,  algo que era y es  inalcanzable  a los sectores populares principalmente en los países del llamado Tercer Mundo.

Con el inicio del período especial, por la desaparición del llamado socialismo real en la década de 1990,  también se extendió el concepto de que junto con ese sistema estaba condenado al fracaso cualquier esfuerzo de progreso científico promovido por un Estado socialista.

Frente a esas concepciones predominantes se alzaba la obra de Fidel, quien diseñó los principales rasgos de la industria biotecnológica cubana basada en la empresa socialista de alta tecnología y centros de investigación integrados a un ciclo cerrado de estudios, producción y comercialización.

Tal  forma de organización resultó viable porque contó como mayor recurso con científicos y profesionales consagrados, con una preparación equiparable a  niveles universales y sobre todo con un  gran sentido ético y compromiso arraigado en sólidos  principios patrióticos e internacionalistas.

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el 25 de julio de 1989, con el colectivo de el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Camagüey. Foto:Archivo de AdelanteEl Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el 25 de julio de 1989, con el colectivo de el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Camagüey. Foto:Archivo de Adelante

La biotecnología en poco más de 30 años representa uno de los primeros rubros de la economía cubana, a pesar  del bloqueo norteamericano, y sus productos son reconocidos fuera de fronteras, sobre todo en la salud humana, como el Heberprot-P,  para  la cicatrización de las úlceras complejas del pie diabético, que ha beneficiado a cerca de un cuarto de millón de pacientes en todo el planeta.

Además,  se desarrollaron nuevos protocolos de investigación y resultados  para la cura de  enfermedades como el virus del VIH, el cáncer, Hepatitis B aguda severa, Hepatitis B crónica y otros
procederes de impacto en la veterinaria, la agricultura y el medio ambiente.

El extraordinario desarrollo de la  biotecnología cubana, que se refleja en esos y otros logros indiscutibles, fue solo posible por  la concepción socialista y las ideas de Fidel acerca del desarrollo de la ciencia para bien del ser humano, como alternativa al egoísmo del mercado capitalista  que apuesta por la división  y el lucro  como patrón extendido al campo de la salud.