El Comandante en Jefe Fidel Castro regresó hoy a Santiago de Cuba, cuna de revoluciones, para acogerse a su descanso eterno en el cementerio de Santa Ifigenia, junto a José Martí y otros insignes patriotas caídos en la larga lucha por la independencia de Cuba.

Lo hizo por el mismo sendero y con igual modestia y convicción que cuando partió hace casi 58 años para asumir la jefatura del gobierno tras su fulminante victoria militar contra la dictadura de Fulgencio Batista, una de las más sanguinarias en la historia del país.

Pudo haber tomado un avión dada la distancia que lo separaba de la capital, pero prefirió salir por carretera encabezando una comitivade “barbudos” que lucharon con él en las montañas de la Sierra Maestra para iniciar, según dijo,sus estrechos contactos con el pueblo, práctica que mantuvo hasta los últimos días de su vida.

El histórico recorrido, que ahora hizo a la inversa, fue bautizado entonces como “Caravana de la Libertad” y comprendió más de mil kilómetros a lo largo y ancho del territorio nacional entre el dos y el ocho de enero de 1959.

Entonces como ahora, millones de cubanos (hombres, mujeres, ancianos y niños) salieron a su encuentro: en la ida para testimoniar su júbilo por la victoria; en el regreso con lágrimas y dolor por su “partida”; pero en todos los casos con la convicción de que nunca más el país volvería a ser colonia de ningún imperio.

Salió sin equipaje, solo con su mochila guerrillera cargada de retos y esperanzas y el Programa del Moncada como su más inmediata guía para emprender la rápida reconstrucción de la ínsula, devastada por la corrupción y desvergüenza de tantos gobernantes indignos.

A su llegada a Camagüey, tras expresar preocupación por el estado de pobreza y desamparo que se escondía detrás de muchos de los rostros de alegría que salieron a saludarlo advirtió:

“La libertad no es todo. La libertad es la primera parte, es la libertad para empezar a tener el derecho a luchar."

Esta definición sobre el momento histórico que se vivía y las posibilidades materiales de revertir el estado de calamidad del país sólo a partir del triunfo revolucionario fue una constante durante todo su recorrido. Su honestidad y el compromiso con el pueblo lo demandaba.

“Mientras el pueblo reía hoy, mientras el pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria era la  multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el júbilo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era también nuestra responsabilidad ante la historia”, dijo en La Habana al término del itinerario.

El programa del Moncada, contenido en su histórica autodefensa durante el juicio que siguió a la heroica acción revolucionaria del 26 de julio de 1953, sería la fuente de inéditas medidas radicales que condujeron a la Revolución socialista y a su proyección más allá de las fronteras del archipiélago cubano.

Allí se prometía la devolución al tesoro del país de las riquezas materiales y financieras malversadas por políticos corruptos, vicio que nació desde la proclamación de la República mediatizada de 1902, y se abordaban, con criterios revolucionarios, aspectos destacados para el desarrollo de la nación.

Entre los puntos principales, proyectaba la Reforma Agraria, la transformación integral de la educación, el sistema de  salud pública, la industrialización del país, el incremento del turismo y soluciones al creciente desempleo urbano y rural.

También se proclamaba la política de solidaridad e integración con los demás pueblos de América Latina.

Muchas de estas medidas, junto con la recuperación de los derechos democráticos ciudadanos suprimidos por  la tiranía derrocada –que parecían sueños para una pequeña nación subdesarrollada y dependiente del imperio-, fueron rebasadas con creces a pocos años de la Revolución triunfante.

En el continente más desigual del planeta, Fidel Castro dejó a Cuba como único país sin desnutrición infantil, con la esperanza de vida más alta, con una escolarización del ciento por ciento, sin ningún niño viviendo en la calle, y con índices de mortalidad infantil más bajos que los del propio Estados Unidos.

También enel deporte, la ciencia y la cultura, por solo mencionar algunos rubros,la pequeña nación del Caribe ha alcanzado logros comparables a cualquier país desarrollado de occidente.

En el plano exterior, la Revolución cubana envió a miles de soldados a luchar contra el colonialismo en África, médicos por millares a curar enfermedades y combatir epidemias en los más apartados rincones del planeta, maestros a enseñar a leer y escribir, e instructores para fomentar  el deporte en territorios más pobres.

Todos estos avances han sido materializados a pesar de la política de agresión de Estados Unidos, que incluye el más cruel ybrutal bloqueo económico, comercial y financiero que ha conocido país alguno, invasiones mercenarias y ataques terroristas, así como las más amplias y sofisticadas campañas de mentiras y tergiversación mediáticas.

El propio líder revolucionario tuvo que enfrentar y vencer más de 600 intentos de asesinatos organizados, promovidos o alentados por las agencias de inteligencia norteamericanas, obsesionadas por  acabar con su vida y, sobre todo, con su ejemplo.

El liderazgo de Fidel Castro trascendió las estrechas fronteras de su islita y su figura brilló como uno de los más destacados estadistas de la convulsionada época que le tocó vivir.

Así lo atestiguaron más de una docena de jefes de Estado y Gobierno que hablaron en un masivo el acto de despedida en la Plaza de la Revolución el pasado 30 de noviembre.

“Consagró su vida a la solidaridad y encabezó una Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes”, afirmó su hermano Raúl Castro, presidente  de Cuba y uno de sus más estrechos colaboradores, al agradecer emocionado las extraordinarias muestras de solidaridad de los dignatarios visitantes.

Al igual que durante la “Caravana de la Libertad”, en enero de 1959, millones de cubanos participaron en el homenaje de despedida a lo largo y ancho del país bajo la consigna “Yo soy Fidel”.

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